El peligro de concebir a los clubes como un negocio regido en exclusividad por nociones de productividad suele ser ignorado, más de lo que podemos imaginar a simple vista. Y ese desconocimiento implica, actuaría, alejarlos de su rol fundamental de integradores sociales, desconectarlos del socio y del hincha, y pensarlos como parte de una galaxia diferente y deshumanizada.
La controversia por la Superliga europea y el peligro de concebir a los clubes sólo como un negocio
Lo que está pasando por estos días en Europa, con repercusión mundial, a partir del anuncio del nacimiento de la Superliga de Clubes, puede tener un efecto explosivo si no se lo detiene a tiempo.
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Lo que está pasando por estos días en Europa , con repercusión mundial, a partir del anuncio del nacimiento de la Superliga de Clubes, puede tener un efecto explosivo si no se lo detiene a tiempo. Y, sin dudas, el tema pone a la dirigencia argentina cara a cara con una discusión clave sobre el rol de las instituciones deportivas. Una discusión que vale la pena dar.
Uno de los errores más peligrosos para quienes tienen el honor de dirigir un club, del tamaño que sea, es dejar de lado por completo la pasión y olvidarse de que mucha gente mantiene un vínculo emocional, cultural y social con ese espacio.
Obviamente, en el fútbol profesional estamos lejos de aquellas dirigencias voluntariasas del siglo pasado y se exige una preparación adecuada para que la conducción sea efectiva. De todos modos, pensar en los clubes sólo como un negocio puede generar una ruptura histórica. No significa esto que haya que descuidar la sustentabilidad de las cuentas, ni la capacidad de generación de ingresos para ofrecer servicios a socios, hinchas y comunidades. Significa, más bien, que es necesario encontrar un balance, un punto de equilibrio que tenga como foco la cabal compresión de que los clubes son espacios de integración que generan identidades sociales y que contribuyen al bienestar comunitario.
El difícil arriesgar hoy cómo va a terminar el proyecto europeo, pero todo apunta a un desgaste con altos costos simbólicos. En un espadeo entre gigantes, con los clubes más poderosos de Europa de un lado y la FIFA y la UEFA del otro, no hay manera de que no haya muchos heridos.
Cabe preguntarse por qué en lugar de buscar formas novedosas para generar mayores ingresos, los dueños y dirigentes de los clubes más poderosos eligen encerrarse en una elite que no tiene en cuenta a quienes sostienen al deporte desde la pasión y con el corazón: a los hinchas . La necesidad de reconectar con los hinchas es global. Lo vemos afuera, y lo sentimos en la Argentina, donde por distintos motivos, los clubes han descuidado sus lazos de pertenencia esenciales.
El fútbol, y los deportes en general, tienen la virtud de generar competencia, de promover sueños, de afianzar ilusiones. Todos jugamos para ganar, y aun el que entra en una cancha con menos posibilidades lo hace con la expectativa de irse vencedor.
Negarse a la competencia por el solo hecho de acumular riquezas no tiene que ver con el espíritu del deporte , por más que sea en el mayor nivel de profesionalismo.
La discusión actual puede marcar una línea divisoria importante y hay que decidir de qué lado se para cada uno.
(*) Empresario y presidente de Comunidad River.
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