En los últimos años mucho se ha hablado de transformación digital, pero bastante menos de otros enfoques que pueden hacer mucho para preparar a las empresas de cara al futuro. ¿Qué aspectos clave se pueden monitorear hoy para empezar a andar ese camino de actualización? Las estructuras modulares y componibles son un ejemplo. Se trata de modelos arquitectónicos que buscan crear sistemas de trabajo más flexibles, escalables y eficientes al descomponerlos en componentes más pequeños y reutilizables.
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Estructuras componibles: el siguiente paso para una transformación digital monetizable
Las estructuras modulares le aportan a las compañías la agilidad e interconexión necesarias para favorecer una arquitectura abierta y de microservicios. Las empresas que adopten este modelo superarán en un 80% a su competencia en la velocidad de implementación de nuevos productos. Cómo hacerlo.
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Estas estructuras le aportan a las compañías la agilidad e interconexión necesarias para favorecer una arquitectura abierta y de microservicios, logrando que “las partes” se comuniquen de manera más fluida en “un todo”. De acuerdo con la edición 2023 del informe “Future Digital Trends” que elabora Softtek, las empresas que adopten esta “estructura componible” o modular superarán en un 80% a su competencia en la velocidad de implementación de nuevos productos.
Invertir en una arquitectura modular y en la interconexión de sistemas implica un gasto que puede comenzar en el 8% del presupuesto de tecnología de una empresa y con el tiempo bajar a un 5%. Aquí es importante considerar ese presupuesto como una inversión estratégica que permitirá adelantarse a problemas futuros, acelerar procesos e incluso generar un ahorro económico frente a los “parches” a los que habría que apelar después.
El dilema del CIO (líder de la estrategia tecnológica y de información de la compañía) pasa hoy por dejar de ser percibido como “un centro de costos” por las demandas que realiza y empezar a demostrar que los cambios que impulsa en la compañía aportan una rentabilidad. Algunos de estos cambios se hacen visibles cuando, por ejemplo, la innovación en procesos que deviene de esa inversión estratégica hace posible lanzar un nuevo negocio en meses cuando antes demoraba tal vez un año. O incluso cuando se implementa el onboarding de las personas que se suman al equipo gracias a plataformas de e-learning que reemplazan otras metodologías como el “shadowing” (cuando en una organización se observa a un empleado más experimentado mientras realiza sus tareas diarias).
Ahora bien, todos estos procesos parten de la pregunta inicial: ¿Cómo implementar una plataforma digital que nos permita “componer”? (juntar las partes para llegar a un fin). Y que dispara otras preguntas: ¿Cómo lograr que todos los sistemas en la compañía hablen el mismo idioma? ¿Cómo evitar que la información circule entre las áreas en formatos y archivos difíciles de integrar? Y lo que resulta aún más complejo: ¿Cómo conectar un nuevo sistema o plataforma de trabajo a las que ya existen, sin que todo colapse?
Cualquier empresa mediana funciona con la interacción de entre 70 y 120 sistemas. Si sumar uno nuevo significa conectarlo con otros 100, la tarea puede resultar titánica. Acá es donde aparece la bonanza de la estructura componibles, que permiten que lo nuevo se conecte a lo ya existente de manera sencilla y ágil. La tendencia tecnológica apunta a simplificar lo mayor posible la interfaz para el usuario, mientras lo complejo permanece por detrás. Para graficarlo sencillamente, para que podamos comprar en apenas un click, hay toda una operatoria compleja que tuvo que resolverse en el back end.
El principal desafío del futuro es que ”componer” será cada vez más complejo, y si la transformación digital de una empresa no contempló con anticipación una estructura modular de microservicios los siguientes pasos se harán más difíciles. Muchas compañías mantienen sistemas viejos que no pueden actualizarse sin un gran esfuerzo o bien que hacen muy difícil la integración con nuevos sistemas.
Cómo monetizar las estructuras componibles
Para que el presupuesto asignado a la arquitectura modular y la interconexión de sistemas sea entendido como una inversión rentable, es preciso comprender cómo monetizarla. Para esto, se pueden formular al menos tres preguntas orientadoras:
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¿Cuánto tiempo demanda atraer un cliente nuevo a partir de la implementación de una estructura modular en mi empresa? Si el cambio es exponencial, es claro que se está monetizando la inversión.
¿Esta transformación me permite lanzar un producto al mercado con mayor rapidez?
¿Qué tanto conozco a mis clientes como para hacer cross-selling? ¿Es sencillo o son bases de datos y sistemas que no conversan entre sí?
Transversal a estas vías de monetización, aparece la variable tiempo. Lógicamente, una arquitectura componible permitirá una aceleración digital que hará viable desarrollos tales como la apertura de un ecommerce en un tiempo récord de 3 meses, pero la microarquitectura de servicios es un proceso que requiere constante evolución. Por eso, la mejor forma de medir si las transformaciones que una empresa está llevando adelante realmente funcionan es cuántas veces uno se pregunta si su plataforma tecnológica está preparada para hacer algo, por ejemplo, multiplicar el ancho de banda para que se conecten más personas en una hora pico. Cuanto menos surja esta pregunta significará que se está en el camino correcto.
En esa dirección, contar con un integrador tecnológico experimentado puede ser clave para aportar el conocimiento especializado, la experiencia y las soluciones tecnológicas que las empresas pueden no tener desarrolladas internamente. Este integrador de servicios permitirá implementar y gestionar proyectos de aceleración digital que se traduzcan en una mayor monetización de acuerdo a los KPIs establecidos de antemano.
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