El fenómeno de los contratos de trabajo remoto y dolarizados es una realidad imparable en Argentina. La ola llegó apenas se desató la cuarentena y reveló el interés que tiene el mundo por el talento argentino. Más allá de que está comprobado en el mercado que para un mismo puesto no se gana igual aquí, que en un país del primer mundo, la oferta laboral dolarizada movilizó mucho el mercado de pases local que estaba completamente “anestesiado”.
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Mandos medios: entre la sábana corta y los contratos remotos dolarizados
La oferta laboral dolarizada movilizó mucho el mercado de pases local que estaba completamente anestesiado.
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Los profesionales asociados a la tecnología fueron los primeros en recibir ofertas, un sector en el que el trabajo remoto y dolarizado ya existía, pero que no necesariamente contaba con un alto nivel de aceptación. La cuarentena se encargó de abrir las compuertas. La ola de contrataciones se amplió y llegó a tentar a perfiles de una gran variedad de profesiones. Conseguir un contrato en moneda extranjera, representó una enorme oportunidad para navegar una crisis que no parecía tener una fecha concreta de cierre.
La tentación de independizarse, trabajar remotamente y recibir a cambio dólares generó deserciones en posiciones estratégicas. Las empresas locales se encontraron indefensas, sin herramientas para contener el drenaje de talento que empezaba a afectar sus estructuras. No había fórmula alguna que sirviera para actualizar y alinear las compensaciones. ¿Los favorecidos? Los mandos medios, especialmente aquellos con capacidad demostrada para desarrollar tareas de manera independiente y cumplir con los requisitos que implica el trabajo a distancia: horarios, idioma, empatía y vínculos virtuales. Hubo empresas que perdieron talentos muy bien formados y dificiles de reemplazar en plena cuarentena. ¿Los planes de retención? Claramente no estaban contemplados para la gerencia media. El famoso cuento de la sábana corta que se achica aún más en tiempos de crisis.
Corridos ya algunos meses de éxito inicial e imbatibles de estas propuestas, surgieron casos de profesionales que se negaron a firmar bajo las condiciones de trabajadores independientes. Las “aparentes” ventajas inmediatas y competitivas no convencieron a todos por igual. Un grupo etario, perteneciente a los mayores de 35 años, se mostró más abierto a dialogar su situación con sus empleadores, que buscar una salida en los contratos remotos. Es un segmento compuesto por mandos medios profesionales con trayectoria, ya en posiciones que serían difíciles de recuperar si se abandona el mundo de la empresa. Consideran que los contratos remotos no contemplan ni si quiera lo básico como para brindar seguridad a largo plazo como una cobertura médica (para uno mismo o la familia), una indemnización en caso en que se interrumpa la relación laboral, una cobertura de costos de lo que implica instalar y operar una oficina que es necesario instalar en el hogar, la necesidad de contratar empleados, facilidades para cobrar el sueldo e integrarlo a la economía formal. Señalan una serie de atributos de la relación de dependencia que con un contrato remoto dolarizado deben postergarse. Hay quienes hasta por motivos jubilatorios prefieren la dependencia, confiando en que en algún momento necesitarán demostrar algún ingreso fijo para lograr otros objetivos en la tercera edad. El mercado de los contratos remotos dolarizados, en este aspecto, parece también tener una frazada corta y ofrecer un buen amparo sólo al grupo de mandos medios que sintieron menos las ventajas de tener una trayectoria corporativa.
La salida de la cuarentena estricta y una vuelta paulatina a la actividad plena está planteando un nuevo horizonte para los profesionales que están en los mandos medios. Hay quienes siguen convencidos de que la opción de trabajar remoto y dolarizados les cambió la vida y en donde residen las verdaderas oportunidades de crecimiento. Con éstos conviven quienes creen que la etapa de gloria de esta modalidad ya empieza a declinar. Señalan que las oportunidades de progreso se multiplican al volver a la dinámica de la oficina, al pertenecer a un equipo de trabajo, competir por un cargo, participar de proyectos e interactuar con otras empresas y desarrollar rápido una red de contactos que es lo que perdura, incluso en momentos de crisis.
En el mercado laboral abunda la diversidad. Hay etapas y condicionamientos en los que cada persona evaluará si le conviene estar bajo uno u otro status. Reaccionar por capricho y dejar un trabajo formal para vivir de proyectos temporales dolarizados puede ser tan dañino como jamás plantearse un cambio laboral y esperar a que la realidad compleja que vivimos se componga y se alineen a su favor todas las variables. Estamos ante un cambio muy grande, lo mejor es evaluar las oportunidades que cada opción brinda para crecer. Las empresas, por su parte, se llevarán de esta etapa un aprendizaje muy importante en lo que respecta al conocimiento de los mandos medios. Si no los quieren perder, será necesario encontrar nuevos mecanismos para contenerlos.
CEO y fundador de Aliancers.
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