El 1 de mayo, se celebra del día Internacional del Trabajo. Reflexionando, hice conciencia de que soy portador de una historia personal y familiar, similar a la de millones de argentinos. Una historia de superación, a través de las generaciones. Con un punto de partida en común. Inmigrantes llegados a nuestra tierra en busca de oportunidades, de una vida digna. Muchas con un final feliz. De hecho, nuestra nación se construyó como un crisol de razas y de culturas. Pero en cada una de esas historias, hay circunstancias que se reiteran: EL TRABAJO y la cultura del esfuerzo. Eso posibilitó, la superación y concretó el sueño de muchos de “Progresar en América”. Un frío invierno de 1918 bajaban de un barco León Narosky proveniente de Lituania y pocos años después llegaría Sofía, nacida en Ucrania. Huían de los Pogroms, persecución contra los judíos. Estos, consistían en la agresión multitudinaria, acompañada de la destrucción de sus bienes (casas, tiendas, centros religiosos).
Día del Trabajo: Argentina, tierra de oportunidades
Por ser el Día del Trabajador el 1 de Mayo, quiero dejar un mensaje con estas líneas en dos sentidos.
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Reinventarse después de los 40: el salto hacia lo que sigue

Se radicaron en La Pampa, donde nacieron Tito, Adelino y Lila, además de quien esto escribe. León, comenzó a trabajar en labores del campo. Ya no había peligro de muerte, pero la subsistencia se hacía difícil. Los años siguientes fueron de lucha. Varias cosechas fallidas por sequías, empeoraron la situación. Surgió entonces, la necesidad de mudarse y otra vez, comenzar de nuevo, en este caso en Bahía Blanca, donde logró un modesto empleo. Buenos Aires, parecía un destino inexorable. Lanús fue la ciudad del conurbano que los acogió, trabajando primero León como vendedor mayorista de artículos comestibles. Luego instaló un pequeño negocio de menaje y materiales de aluminio. Las cosas comenzaron a funcionar. En no mucho tiempo logró comprar el local que alquilaba y una casa propia. Ya adolescente, quien esto escribe, finalizó sus estudios secundarios y además de trabajar en el negocio familiar. Con mucho sacrificio logré estudiar la carrera de derecho, recibiéndome de escribano. A los 29 años comencé a ejercer mi nueva profesión. Hoy trabajan en la escribanía, mi hijo Daniel y mi Nieto Diego, ambos abogados y escribanos.
Pasados los 40 años, descubrí mi vocación por la literatura y comencé a escribir aforismos. Una vida nueva para mí, una nueva motivación íntima. Al escribir, por momentos me siento como un mago, que hace volar sus sueños y trato de crear con idénticas notas, sonidos nuevos. Simplemente, trato de permutar mis emociones en palabras. Sinceramente no imaginé que escribiría 12 libros y se venderían 1.670.000 millones de ejemplares, con 32 reimpresiones de mi primera obra, “Si todos los Hombres”. Si bien no fue buscado por mi, llegó el reconocimiento de la Sociedad Argentina de Escritores.
Me sorprendió ser Best Seller como autor extranjero en Colombia y Venezuela y distinguido por la Legislatura de la Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires. Mi producción literaria, exigió no solo creación de nuevos aforismos, (he llegado a 17 mil, aunque parezca una cifra no creíble), sino también, la participación en programas de televisión, radio, conferencias en nuestro país y en el exterior. Una nueva vida.
Simplemente, por ser el Día del Trabajador, quiero dejar un mensaje con estas líneas en dos sentidos. Por un lado el agradecimiento a la Argentina y su gente, porque es tierra de oportunidades y por otro, mostrar con esta historia personal, que con esfuerzo y sacrificio SI SE PUEDE.
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