En la Argentina de 2025, las encuestas políticas cumplen el rol que antaño cumplían los oráculos en Delfos; anticipan lo que debe ocurrir para que finalmente ocurra. Desde semanas antes de la elección, los principales medios de comunicación comenzaron a construir una atmósfera de inevitabilidad en torno al triunfo de La Libertad Avanza. Las consultoras, financiadas directa o indirectamente por fondos de inversión y agencias de análisis financiero, difundieron sondeos que mostraban un “creciente apoyo ciudadano” al proyecto libertario. Lo paradójico, es que tales predicciones no describían la realidad, la produjeron.
Caputo, Bessent y Wall Street: la economía detrás del voto argentino
En la Argentina de 2025, el poder ya no se disputa en las urnas sino en los mercados. Medios, encuestas y tecnócratas operan como una maquinaria simbólica que convierte la percepción en realidad
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Scott Bessent y Luis Caputo, el cogbierno económico de la Argentina.
Slavoj Zizek advierte que en el capitalismo tardío, los mecanismos de poder no operan ya mediante la censura, sino mediante la sobreexposición performativa de la verdad.
En otras palabras, la encuesta no oculta lo que la gente piensa, sino que induce a pensar aquello que la encuesta “ya dice que todos piensan”. Así, el número deja de ser una medida para convertirse en un mandato simbólico. Quien duda, se siente anómalo; quien resiste, “pierde contacto con la realidad estadística”.
En la Argentina, las consultoras políticas -convertidas en sucursales ideológicas del mercado financiero- fabricaron ese consenso anticipado. No es casual que varias de ellas, mantengan vínculos con bancos de inversión y cámaras empresarias que cotizan en Nueva York.
El relato “Milei arrasa en todo el país” no fue una descripción, sino una profecía autocumplida diseñada para alinear expectativas políticas y financieras. Porque el voto o la candidatura contemporánea, se comportan como activos especulativos; se invierte en el candidato con mejor pronóstico, no necesariamente en el que mejor representa los intereses del votante. El ciudadano se transforma así en “trader moral”, que arbitra entre candidatos como quien elige bonos soberanos. De esta forma, el 27,27% del Padrón compró Milei, pero es menos un resultado político que una valorización de mercado.
Los medios como Ministerio de la Verdad Financiera
La cobertura electoral de 2025 fue menos periodística que litúrgica. Se trató de una ceremonia de legitimación, donde los medios no informaron resultados sino que canonizaron al mercado.
El “mandato popular” se transformó en “mandato de los mercados”. La noche del domingo 26 de octubre de 2025, mientras los datos oficiales mostraban una abstención del 33%, los zócalos televisivos titulaban: “Confianza de Wall Street en el nuevo gobierno argentino”.
La palabra “confianza” -tan cara al léxico financiero- reemplazó a “legitimidad”. En una democracia de mercado, la aprobación del pueblo se mide por la baja del riesgo pais, no por la participación electoral.
En este punto, la teoría de Michel Callon sobre la sociología de los mercados resulta esencial. Para Callon, los mercados no existen como entes naturales, sino como redes sociotécnicas construidas por discursos, instrumentos, y actores que definen lo que cuenta como “valor”. En la Argentina neoliberal, la red sociotécnica del poder está compuesta por medios, bancos, consultoras y tecnócratas -un circuito que produce legitimidad financiera en lugar de legitimidad política. La prensa cumple el rol de traductor simbólico entre el lenguaje del ciudadano y el del capital; convierte el dolor social en “ajuste necesario” y la desesperanza colectiva en “madurez”.
Zizek lo anticipa con precisión; el capitalismo contemporáneo ya no necesita prometer bienestar, sino sólo orden y sentido dentro del sufrimiento. Los medios, al celebrar un triunfo con apenas 27,27% del padrón, cumplen exactamente esa función ideológica; dar sentido al dolor anunciado. El ajuste deja de ser una imposición y se convierte en un destino compartido, una especie de “travesía moral hacia la libertad”. El dolor se estetiza; la pobreza se normaliza; la resignación se convierte en virtud republicana.
El director invisible del guion argentino
Detrás de la maquinaria simbólica local, Wall Street observa y dirige. La alianza entre tecnócratas argentinos y capital financiero internacional no es una teoría conspirativa; es una sociología empírica de las élites globalizadas. Luis “Toto” Caputo -ex Deutsche Bank, ex JP Morgan, ex Axis Asset Management- representa la encarnación perfecta de ese híbrido; el funcionario que piensa en dólares y cogobierna con Scott Bessent en pesos. El gabinete libertario de Milei se parece menos a un gobierno que a un comité de gestión de activos. Cada decisión fiscal se evalúa según su impacto en el riesgo país, cada decreto se traduce en el lenguaje de los bonos soberanos, y la reacción del índice Merval.
El vínculo entre política y mercado se ha vuelto tan íntimo que ya no puede distinguirse el asesor financiero del ministro. Callon definiría esto como la “coextensión de las esferas”, donde las herramientas del mercado moldean la política, y viceversa.
En otras palabras, la democracia argentina fue “marketizada”; transformada en un laboratorio de experimentos financieros bajo la tutela simbólica de Washington y la mirada pragmática de los fondos de inversión de Wall Street. Esta subordinación no es nueva, pero ahora se exhibe sin pudor. Cuando el 27,27% se transformó en “mandato”, las acciones argentinas subieron. Wall Street celebró, no porque creyera en Milei, sino porque entendió que la ficción del consenso garantizaría la continuidad del ajuste.
El voto se convirtió en cobertura reputacional; un seguro político para los acreedores.
El ciudadano argentino, reducido a variable macroeconómica, ratificó sin saberlo la autoridad del capital financiero sobre la soberanía nacional. Como ironiza Zizek, “en el capitalismo contemporáneo, la verdadera ideología es la neutralidad técnica”. Y esa neutralidad se traduce, en la política argentina, como “inevitabilidad económica”. El ajuste no es ideológico, dicen, sino “técnico”. Pero toda técnica es ideología disfrazada. El Excel, en manos de Caputo y sus pares, es el nuevo catecismo del neoliberalismo tardío.
El consenso de los desesperanzados: política como anestesia
La maquinaria mediático-financiera que convierte el 27,27% en mayoría se sostiene sobre una lógica emocional; la administración del miedo y la anestesia colectiva. En una sociedad agotada por la inflación y la inseguridad, la esperanza es un lujo; lo que se compra y se vende es tranquilidad simbólica. Así, el discurso libertario-paradójicamente- promete menos libertad que estabilidad. El ciudadano no elige el cambio, sino el alivio frente a la incertidumbre. Y ciertos medios, al amplificar esa emoción, fabrican la ilusión de consenso.
El miedo a la pobreza, al desorden o al caos actúa como catalizador del mandato.
Zizek sostiene que “cuando la gente teme perderlo todo, se aferra incluso a su verdugo”. El 27,27% del Padrón votó con la lógica del rehén; si no puedo escapar del sistema, al menos elijo al secuestrador que me hable claro. El 33% que se abstuvo de votar, en cambio, encarna otra forma de racionalidad; el nihilismo lúcido, la negativa a seguir participando en una representación que se volvió caricatura.
En este punto, la ficción del mandato cumple su función disciplinaria; naturalizar el poder de la minoría y desactivar la potencia de la abstención. El abstencionista es patologizado como “indiferente” o “anómico”, cuando en realidad puede representar el sujeto político más consciente de todos; el que se niega a validar un sistema que ya no ofrece alternativa se llama “un tercio del Padrón”. En palabras de Zizek, “la verdadera libertad empieza cuando ya no tenemos esperanza”.
La colonización simbólica: cuando el relato reemplaza al país
En última instancia, la conversión del 27,27% del Padrón, en mandato, revela la colonización simbólica de la política argentina. El país ya no se gobierna desde la Casa Rosada, sino desde el storytelling. La narrativa libertaria -difundida por medios, repetida por influencers y legitimada por encuestas- construye un simulacro de nación meritocrática en el que nadie cree, pero todos repiten. Es el “como si” zizekiano elevado a política de Estado; actuar como si todo estuviera bajo control mientras el sistema colapsa en cámara lenta.
La república del relato se alimenta de su propia mitología. Cada conferencia de prensa es una misa laica; cada informe económico, un capítulo de la religión del sufrimiento. La ideología ya no promete el paraíso, sino el infierno gestionado; “sí, vas a sufrir, pero esta vez el dolor tendrá sentido”. El sacrificio, antes era religioso, hoy es financiero. El “ajuste inevitable” ocupa el lugar que antes tenía “la voluntad de Dios”. Wall Street observa, sonríe y cobra dividendos. La desesperanza argentina (33%) -ese coraje de no creer- se convierte en su activo más rentable. Porque mientras la gente descree de la política, el capital nunca descansa. El único actor que no se abstiene es el dinero.
Referencias: Callon, M. (1998). The Laws of the Markets. Blackwell. Sautu, R. (2005). Todo es teoría: objetivos y métodos de investigación social. Lumiere. Zizek, S. (2017). The Courage of Hopelessness: Chronicles of a Year of Acting Dangerously. Penguin Books.
Doctor en Ciencia Politica, en YouTube: @DrPabloTigani, en X: @pablotigani
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