10 de marzo 2005 - 00:00

Cautela de inversores en el mercado de bonos y acciones tecnológicas

(Personificado como Gordon Gekko, de la película «Wall Street», el experto en mercados internacionales considera que los inversores mantendrán sus estrategias conservadoras porque sienten mucha desconfianza en el mercado de bonos y de acciones tecnológicas. Aunque cree que el Tesoro norteamericano no tendrá problemas en las próximas colocaciones de deuda. Gekko señala, además, que la economía norteamericana podría crecer más de lo estimado; lo que sería compatible con mayores tasas de interés. Este fue el diálogo que mantuvo con este diario.)

Cautela de inversores en el mercado de bonos y acciones tecnológicas
PERIODISTA: La expansión prosigue su marcha. La economía norteamericana suma en febrero 262 mil nuevos puestos de trabajo -excediendo las previsiones- sin que los bonos descarrilen y con el beneplácito de la Bolsa, que se ha encaramado a unas alturas que no visitaba desde 2001.

Gordon Gekko: Expresado de esta manera, suena como si gobernara una gran euforia.


P.:
Y no es así.

G.G.: No. La algarabía era evidente en diciembre y a comienzos de enero. Cuando las cotizaciones eran menores, pero se compensaban con una mayor convicción sobre el futuro inmediato. Los bonos y también las acciones tecnológicas, ambos mercados, están hoy claramente a la defensiva. Operan con una sensibilidad que recuerda la de quien pisa un terreno que cree minado. Esa desconfianza no existía a principios de año y es lo primero que uno detecta en marzo.


P.:
¿Hay motivos para sustentar esos temores?

G.G.: Los bonos están bajo la influencia de lo que uno podría llamar la maldición de Greenspan.


P.:
La idea suya de que las tasas de largo plazo son demasiado bajas; mucho más de lo que se podría explicar en forma racional. Esto es -dicho de manera lisa y llana- que los bonos están pasados de vuelta. Excesivamente caros.

G.G.: En noviembre pasado, Greenspan ya había machacado con el tema. En rigor, fue más agresivo aún: afirmó entonces que quien no se había desprendido de los bonos -o, en su defecto, tomado una cobertura apropiada- era porque simplemente deseaba perder dinero.


P.:
¿A qué atribuir esta insistencia de Greenspan sobre un tema algo ajeno a su órbita como es el precio de un activo financiero?

G.G.: No debería resultar tan curioso. La Fed, cuando precisó bonos firmes, no dudó en tomar el compromiso de asegurar que no tocaría las tasas de interés «por un tiempo considerable». ¿Lo recuerda?


P.:
Cómo no hacerlo. Fue durante la segunda mitad de 2003...

G.G.: Correcto. Amparados en esa tácita «póliza de seguros» emitida por la Fed, los bonos de 10 años llegaron a rendir 3% anual. También en ese entonces el comportamiento de las tasas largas era difícil de justificar pero como, a la vez, se trataba de un fenómeno conveniente -dada la urgencia por reanimar una economía que no terminaba de enderezarse-, no hubo espacio, en ese momento, para los comentarios críticos.


P.:
Quiere decir que Greenspan ya no necesita que las tasas largas se mantengan en baja.

G.G.: Hasta comienzos de 2004, esa calma era crucial. Gracias a ella, el sector inmobiliario no supo lo que era la recesión.Y, por añadidura, los bancos, que huyendo de las corporaciones y de las apuestas de mercado- habían sesgado sus carteras de préstamos hacia las hipotecas, no enfrentaron un aumento de los incobrables (como ocurrió en la recesión anterior de 1990-'91). Creo que el cambio de posición de Greenspan es un reflejo de la fortaleza que ha asumido la recuperación de la economía. En este marco, la Fed puede permitirse ahora una preocupación por los efectos de las tasas largas artificialmente bajas. Por ejemplo, el «recalentamiento» del mercado de inmuebles.


P.:
Dos veces, en los últimos seis meses, los bonos de 10 años han estado bajo presión. En ambas oportunidades, la tregua sobrevino cuando la tasa rozó 4,40%. No estamos muy lejos. Y parece un umbral delicado si se llegara a rebasar en forma sostenida.

G.G.: Comparto. Aunque el «acertijo» de Greenspan -su extrañeza frente al comportamiento del bono- no se despeja, le aclaro, porque la tasa sea 4,50% o 4,70% en vez de 4,30%. Pero para el mercado -y su forma de ver el futuro- marcaría una gran diferencia.


P.:
Esta semana, el Tesoro debe llevar adelante sus periódicas subastas de títulos nuevos. Son 15 mil millones de notas a 5 años y 9 mil millones de bonos de 10 años. ¿Serán fáciles de digerir en este contexto tan sensibilizado?

G.G.: Mi impresión es que la debilidad de los bonos hoy debe tomarse a cuenta de la subasta. O sea, la colocación no debería ser un problema. La «calle» ya ha recortado su exposición de antemano.


P.:
Si se supera el escollo de las subastas, vendrán luego los indicadores de inflación. Y después de éstos, será otra cosa. ¿Cómo zafar de la sensación de que finalmente las tasas largas también deberán subir?

G.G.: ¿Cómo se logró hacerlo el año pasado? Mi impresión es que si la economía va a crecer este año menos que en 2004 -que es el pronóstico generalizado-, entonces debería tomarse un respiro. Si no lo hace pronto, deberemos corregir las estimaciones para arriba. La pujanza del consumo y de la inversión (más lo que sugiere el petróleo y, de la mano de los metales, la resurrección de los «commodities») apunta hoy a un crecimiento más cercano a 5% que a 4%. Eso sería compatible con tasas más altas. Pero todavía es prematuro adelantar una definición.

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