Una ley económica comprobada es que las monedas de los países con elevadas tasas de inflación tienden a devaluarse. Se ha visto siempre en las mayores crisis: cualquier intento por controlar el cambio artificialmente termina inevitablemente en algún tipo de desastre. Considerando la caída del dólar de los últimos 5 años, se puede adivinar que la tasa de inflación ha sido muy superior a la publicada por las oficinas de estadísticas. Hace dos semanas, la Fed decidió -una vez más- pasarles la cuenta de los desastres internos a los «zonzos ahorristas» de todo el mundo que mantienen dólares en sus carteras. Los economistas se refirieron a la colocación en dólares de bonos del Tesoro norteamericano como «la inversión cero riesgo». Uno de los pilares de mi forma de pensar de hoy nació el día que le pregunté a un profesor de economía si realmente él creía en este axioma: me miró con cara muy sorprendida por mi atrevimiento y me contestó que sí, que realmente no hay riesgo en la inversión porque el Tesoro norteamericano siempre va a poder reembolsar dólares.
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En realidad, no se conocen o son rarísimos los casos de países que no hayan cumplido con esta regla, hasta Zimbabwe, en su crisis actual, va a pagar sus obligaciones nominales en moneda local, probablemente después de haberlas devaluado hasta su valor mínimo (expresado en «moneda dura»).
El discurso es particularmente actual con el dólar, sin embargo -mirando siempre los últimos 5 años-, es fácil ver cómo las materias primas y el oro en particular han subido no sólo frente al dólar, sino frente a todas las monedas del mundo. La afirmación de que «todo ha subido» ( acciones, bonos, metales preciosos, inmuebles, granos, metales industriales) es relativa: todo ha subido frente a las monedas, o sea, se podría decir que nada ha subido -en términos relativos-, sino que las monedas han bajado. Todo depende de la escala que se utilice para medir las fluctuaciones del mercado.
Si se midieran los varios movimientos de las materias primas y de las monedas respecto del oro -más una moneda que un mineral-, se vería que en años pasados gran parte de las materias primas ha quedado estable frente al metal precioso, mientras que todas las monedas han bajado. Todo se reduce a una cuestión de perspectiva.
Los movimientos de estas últimas semanas han acelerado esta tendencia. La reciente crisis empezó como una crisis de confianza hacia el sistema financiero o bancario. Repentinamente, faltó la base que permite la evolución del sistema financiero moderno, lo que en las Bolsas es considerado sagrado (la confianza de que la contraparte de una operación cumplirá con el pago o con la entrega del valor pactado). A falta de esta seguridad básica, se llegó a una casi parálisis del sistema financiero, y sólo la intervención de los bancos centrales -a través de la inyección de dinero y la equivalente baja agresiva de las tasas de interés-permitió volver a la casi normalidad. Las últimas dudas fueron esclarecidas con la intervención del Banco de Inglaterra a favor del banco hipotecario Northern Rock. El mensaje fue claro: en esta crisis ningún banco va a quebrar, el inversionista tiene que poder seguir confiando en que sus ahorros están a salvo.
Desconfianza
El macizo aumento de liquidez, sin embargo, no ha pasado inadvertido para todos los que sepan sumar dos más dos: alguien va a pagar todos esos billones, y ese «alguien» no serán los bancos y los «genios financieros» que en los últimos años ganaron billones en operaciones «subprime», sino, una vez más, el ahorrista.
La reciente fuerza del oro no es casualidad, corresponde a un acto de desconfianza hacia el sistema monetario internacional que -de por sí ya débil- ha dado un paso más hacia su inevitable reforma. Por años, los bancos centrales han tratado -y lo siguen haciendo a través de ventas concertadas de desestabilizar la base de confianza que la gente tiene en el oro con el fin de fortalecer su propia fuerza y la fuerza del papel moneda. Lo he mencionado desde hace años: manteniendo un mínimo de oro en nuestras carteras, 10%, no ganaremos ni los escasos intereses que pagan las monedas «fuertes», pero sí dormiremos más tranquilos.
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