"Todo permanece demasiado sensible"
El periodista dialoga con el experto en mercados internacionales escudado bajo el seudónimo de Gordon Gekko -el protagonista de la película «Wall Street»- que desconfía de la receptividad que tendrá en los mercados la deuda pública que se emitirá por el plan de salvataje lanzado por Estados Unidos. Como primera señal negativa indicó que «las tasas largas subieron, el dólar derrapó bastante y las materias primas resucitaron con entusiasmo digno de mejor causa. Una golondrina no hace verano, pero me temo que veremos una bandada».
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G.G.: Algo se dañó. A mi juicio, el default de Lehman nos pasa factura. Pienso que todavía no se terminó de digerir. Instalar un escenario extremo, cuando se creía remoto, cambió la percepción de los riesgos en danza. En forma drástica. No se equivoque: no es el mismo mercado de dos semanas atrás.
P.: La propuesta de Henry-Paulson fue la respuesta de urgencia a tamaña conmoción. El jueves, a última hora, y el viernes logró revertir los ánimos.
G.G.: No se olvide de la prohibición de vender acciones financieras en descubierto.La reacción que se observó fue fruto de la combinación de ambas medidas. Un uno-dos muy contundente pero que, aun así, no logra borrar la desconfianza propia del shock emocional. Créame que a quien huyó despavorido de un fondo de money market -y se espantaron 90 mil millones de dólares sólo el último miércoles- costará convencerlo de que la crisis no rozará sus intereses.
P.: ¿No será que hay dudas sobre la suerte que correrá la propuesta de Paulson en el Congreso?
G.G.: No es eso. Paulson llevó un paquete muy abierto en sus contenidos. Le deja al Congreso la alternativa de retocarlo, de ponerle los cascabeles lógicos de políticos en campaña, de sumar beneficiarios. En tiempos perentorios, y con los mercados danzando en la cubierta del Titanic, lo que el Congreso no tiene es margen para decir que no.
P.: ¿Por qué, entonces, las acciones financieras cayeron 8% hoy (por ayer) y los bancos, más de 10%?
G.G.: Lo único seguro es que no fue por las ventas de aire. Pesa la veda sobre 799 papeles.
P.: Más preocupante aún.
G.G.: El diablo está en los detalles. ¿A qué precios se comprarán los activos problemáticos? ¿Bajo qué condiciones? Mientras no se definan, las acciones financieras, a los valores de hoy, pueden cotizar demasiado alto.
P.: O resultar una ganga.
G.G.: Tal cual.
P.: Lo que se escucha es una oleada de reparos por anticipado que alertan sobre la posibilidad de que el plan Paulson termine siendo un rescate para banqueros multimillonarios.
G.G.: ¿Por qué lo sorprende, entonces, que los papeles hayan retrocedido 10%? Es previsible que el Congreso deba atender esas críticas. Firmar un cheque por 700 mil millones de dólares ya lo expone en demasía. Es muy común, hoy, que se alabe el rol de la Resolution Trust Corporation en las tareas de limpieza durante la última crisis inmobiliaria, a principios de los 90. Pero no deja de ser una novedad. En su época, no había comentario que no hiciera hincapié en la fabulosa ganancia de los banqueros que participaron de sus subastas. Si el plan funciona, estos dichos serán inevitables. No se olvide que los activos en problemas son más heterogéneos y complejos que nunca. ¿Un descuento de 50% sobre valor nominal es un subsidio a los dueños de los bancos o un recorte agresivo? ¿Quién lo sabe con precisión? ¿Acaso Merrill Lynch no le vendió una cartera de CDO a Lone Star a 22 centavos y tuvo que prestarle 14?
P.: Hay otro costado muy delicado del plan. La masiva colocación de deuda pública que implica. ¿Cómo la absorberán los mercados de capital? No es una moneda.
G.G.: La mala noticia del día es que todos los indicadores de receptividad mostraron desaliento. Las tasas largas subieron, el dólar derrapó bastante y las materias primas resucitaron con entusiasmo digno de mejor causa. Una golondrina no hace verano, por supuesto, pero me temo que veremos una bandada.
P.: El petróleo subió, en un momento, más de 25 dólares. El oro cerró, otra vez, por encima de los 900 dólares. ¿Es un voto de confianza a que se arregló el mundo o una muestra renovada de profundo escepticismo?
G.G.: Hubo un estrangulamiento de posiciones vendidas. Pero, en definitiva, es la percepción de que arreglar el mundo sigue siendo factible, pero costará mucho dinero.
P.: Un diario estatal chino pidió un nuevo orden monetario internacional que no gire exclusivamente alrededor de EE.UU. Ve a la crisis como una bisagra. ¿La caída del dólar, tan abrupta en una sola rueda, no es signo de que se vienen tiempos de cambio profundo y una consecuente pérdida de liderazgo?
G.G.: La mochila de la crisis está repartida, en partes iguales, dentro y fuera de EE.UU. Estamos viendo llover las últimas semanas una profusión de facturas sobre las instituciones norteamericanas, pero -quizás, por algún problema en el Correo- no tenemos noticias de Europa. Y le recuerdo que el salvataje a AIG, por caso, le evitó más dolores de cabeza a la banca europea que a la de los EE.UU. No me apresuraría a sacar conclusiones, ya vimos con los números de actividad económica, con la política monetaria, con los balances, que Europa corre siempre con rezago.
P.: ¿Y la idea de un nuevo orden monetario?
G.G.: Primero hay que reparar y luego reformar. Ya habrá tiempo de ocuparse.
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