23 de agosto 2020 - 00:00

Teletrabajo: una oportunidad que no deben desaprovechar las empresas

Esta modalidad conlleva puntos positivos y negativos, como todo cambio en la vida, se ganan algunas cosas y se pierden otras.

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Pexels.

Nos encontramos en un momento bisagra en muchos aspectos de nuestra existencia. Uno de ellos es la forma en la cual trabajamos. Es evidente ya que la estructura clásica de ir a una oficina se ha interrumpido. Esta modalidad conlleva puntos positivos y negativos, como todo cambio en la vida, se ganan algunas cosas y se pierden otras. Algunas son muy claras y visibles, otras no tanto aún.

Una positiva, es que hemos hecho más eficiente el tiempo, ya que evitamos traslados, “tiempos muertos” con largas reuniones y previas, charlas de café o de “radio pasillo”. Vimos que el tiempo neto de trabajo no era de 8 hs, quizás 4 o 5.

Hubo también una conexión más fuerte con el hogar, con las personas con las que convivimos, le dedicamos más tiempo a algunos cursos y hobbies. Nacieron nuevos cuadros, libros, canciones, obras, quizás inspiradas por la transformación. La agenda personal pasó de ser ajustada de acuerdo a la jornada estricta laboral a ser ésta la que se ajusta a ella.

También, en algunos casos, al desaparecer el “ancla” de la buena onda de los compañeros quedó a las claras que el trabajo que hacen no les gusta. Aparecieron nuevas ideas que seguramente formarán los expansivos proyectos del futuro. Se han dado cambios en el liderazgo forzados por la situación, ha quedado a las claras que el “jefe” que controla toda tarea o que suma tarea por sumar, ha quedado obsoleto.

También hay beneficios potenciales como sociedad, aunque la ley pretende obturar, como mayor oportunidad laboral para los discapacitados, para quienes cuidan personas de la familia, para los jóvenes que necesitan más flexibilidad de horarios, porque se reduce la huella de carbono (menos traslados es menos consumo de combustible). Todas razones de mucho peso, beneficios que se han fomentado expresamente en las leyes de otros países.

Pero existe la contracara. Justamente al “perder” esas 3 horas por día en charlas en las oficinas ha desaparecido esa sal que los humanos necesitamos tanto para la vida: el contacto físico. Con él se han perdido ideas, esas que surgen de estar juntos. También han perdido quienes sienten que ir a la oficina es lo más importante del día, ya sea cuestiones de “etiquetas” o porque necesitan el trabajo como “escape”.

Hay algunas cuestiones que están apareciendo. Hay una tendencia a pensar que todos ahora queremos hacer “home office”. Pero no es así. En encuestas y focus group que se están realizando ahora en las empresas aparecen dos grupos bien definidos. Los que tienen hijos y los que no. Las mujeres y hombres con hijos mayormente piden, desesperadamente, volver a la oficina.

En particular quienes tienen hijos pequeños. En verdad aquí el problema es el “homeschooling”. Se han convertido en tutores a tiempo completo. Y claro está que aunque no se lo diga a viva voz la educación está en el centro de la tormenta. Intuyo un gran cambio y necesario en ese sentido. Así también los lugares que habitamos no suelen estar pensados para trabajar, el sector inmobiliario tiene mucho desafío por delante.

Es una gran oportunidad para que las empresas atiendan el estilo de vida de cada persona, y no intentar encontrar un camino simplista y reduccionista, sino integral y singular.

Si logramos encontrar el balance de atender los estilos de vida, el trabajo en casa para tareas rutinarias y conservar el espacio común de oficina para juntarnos a crear, a encontrar soluciones, a divertirnos en equipo, lograremos una ecuación que prácticamente no tenga desventajas.

Si a eso le sumamos la idea de trabajar por propósitos, en base a talentos, con nuevos modelos organizacionales, nos acercaremos más a tener, no un trabajo, sino una actividad plena.

(*) Autor del libro “El trabajo ha muerto".

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