15 de junio 2021 - 00:00

CGT: guiño a la reforma de salud de Cristina y distancia de la prolijidad fiscal de Guzmán

Por primera vez los gremialistas enviaron señales favorables a la "integración" de los subsistemas sanitarios que ayer volvió a agitar la vicepresidenta.

Héctor Daer y Ginés González García.

Héctor Daer y Ginés González García.

El nuevo llamado de Cristina de Kirchner a una reforma profunda del sistema de salud, con una integración de sectores y la centralización mayor de la gestión por parte del Estado, llegó ayer con una novedad: por primera vez el eco en el sindicalismo, a cargo de las obras sociales, fue positivo. La respuesta en la cima de la CGT al planteo hecho por la vicepresidenta durante un acto en La Plata fue diametralmente opuesta a la que recibió la misma declamación en diciembre pasado y puso de manifiesto el resultado de las negociaciones reservadas que los funcionarios de la provincia de Buenos Aires encararon desde entonces con los referentes gremiales.

Se trata de la segunda señal de concordancia entre la central obrera y la expresidenta en pocos días: la primera fue cuando la propia Cristina se hizo fotografiar en la firma de la paritaria de los empleados legislativos con una suba nominal de 40% pero que en los hechos representará un 46,41 por ciento por el carácter acumulativo de las cuotas de pago, tal como reveló este diario. Además, el acercamiento entre dos sectores hasta ahora antagónicos del oficialismo se produce en paralelo con un cierto nivel de fastidio de la CGT hacia el ministro de Economía, Martín Guzmán, a quien sindican como autor ideológico y material de las medidas de austeridad que incluyen subas salariales módicas sin un control más estricto de la inflación.

En su alocución de ayer (ver página 10), la vicepresidenta recordó las críticas que recibió en diciembre pasado cuando se refirió a la necesidad de una mayor articulación de esfuerzos y recursos entre los subsistemas sanitarios público, privado y de la seguridad social y dijo que esa coordinación terminó por darse “a las patadas, a la fuerza” por efectos de la pandemia. A diferencia de la primera alusión, la de ayer fue recibida con calma en la CGT y expectativa por la posibilidad de una mesa de diálogo en esa línea, tal como reconstruyó este diario.

Entre uno y otro discurso hubo una acción silenciosa del “bonaerensismo”, como se conoce en el rubro a los funcionarios kirchneristas que integran las principales áreas de Salud de la provincia de Buenos Aires en la gestión de Axel Kicillof. En particular, el tridente que integran el ministro Daniel Gollán, el viceministro Nicolás Kreplak y el presidente del IOMA (la mayor obra social de los empleados públicos del distrito), Homero Giles. Ese manejo incluyó presentaciones por Zoom y presenciales ante seccionales del interior bonaerense de la CGT y de varios sindicatos, y hasta reuniones con dirigentes gremiales nacionales como Antonio Caló (metalúrgicos, UOM), Ricardo Pignanelli (mecánicos, Smata) y, sobre todo, Carlos West Ocampo (Sanidad).

De todos estos contactos el que mantuvieron Gollán y Kreplak con West Ocampo durante el verano pudo ser el determinante para aflojar la tensión preexistente con Cristina de Kirchner y su reforma. El jefe de la Federación de Trabajadores de Sanidad (Fatsa), que acudió a la cita junto con Miguel Ángel Zubieta, secretario general del sindicato de Salud Pública de provincia de Buenos Aires, es el responsable del encumbramiento de Héctor Daer en la CGT y, todavía, su principal respaldo. En esa oportunidad los funcionarios le aseguraron al gremialista que la iniciativa implica la continuidad de los tres subsistemas sin el debilitamiento de ninguno de ellos y con los objetivos centrales de abaratar los costos de las compras de medicamentos y mejorar la administración de recursos en aspectos como la integración de los sistemas de emergencias.

La gestión diaria también allanó el camino para acercar posiciones. Tanto los funcionarios bonaerenses como los gremialistas admiten que durante la pandemia hubo espacio para una colaboración estrecha que favoreció, incluso, a los dueños de las empresas de medicina privada, gestores de buena parte de la infraestructura sanitaria pero también víctimas de la saturación que hubo en medio de la segunda ola del coronavirus. En el “tridente sanitario” destacan haber prestado ayudas para la compra de medicamentos de alto costo o remedios propios de la terapia intensiva a efectores sindicales como los de UOM (y su prestadora privada, BASA Salud) y hasta privados como Swiss Medical, de Claudio Belocopitt, referente de las prepagas y principal portavoz de esos intereses en la discusión pública.

En la provincia de Buenos Aires reconocen que las críticas a la vicepresidenta por su planteo de diciembre pasado pudieron estar relacionadas con los temores de los gremialistas a una injerencia estatista sobre sus obras sociales pero también señalan a Ginés González García como difusor de esos miedos. Tras la eyección del exministro del Gabinete por el escándalo del “vacunatorio VIP” y el fallecimiento de su mano derecha a cargo de la Superintendencia de Servicios de Salud, Eugenio Zanarini, en el “tridente sanitario” creen estar más cerca de llegar a un entendimiento de largo plazo para integrar los tres subsistemas.

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