Es necesario realizar el ejercicio: piense en un convencional constituyente de la primera Constitución de la Argentina. A menos que haya priorizado el siglo XIX en estudios de historia o derecho, no sabrá la respuesta. Incluso si se tuvieran los nombres a disposición, ninguno de ellos resuena en la cotidianidad del país, siete reformas constitucionales después. Esa podría haber sido la incomodidad que llevó al juez Horacio Rosatti a escribir “El molde y la receta” (Sudamericana, 2025), una narración híbrida que se pregunta qué elementos de nuestra identidad fundacional aún siguen vigentes.
En su nueva novela, el juez Horacio Rosatti apela a la Constitución del 53 para reconectar con la identidad nacional
El presidente de la Corte Suprema de Justicia publicó “El molde y la receta”, su segundo libro de ficción histórica.
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La ciudad de Santa Fe del siglo XIX ambienta el nuevo libro del juez.
Antes de que la Argentina sea nación, las provincias pensaron que era necesario tener algo que establezca los derechos de los ciudadanos y las instituciones del poder. “La hora de la organización ha llegado”, escribe Rosatti, quien utiliza la ficción histórica para enmarcar su hipótesis sobre el molde (el modelo de la Constitución estadounidense) y la receta (el paradigma francés de república, interpretada por la elite provinciana) que trazó la primera ley de leyes. Es ese reflejo de vergüenza por la hispanidad -y más aún por los originarios- lo que empieza a estructurar, además de nuestro país, el relato del libro.
A partir de la presentación de esa mirada, el autor empuja la historia con capítulos breves en donde no se priva de la experimentación narrativa e incluso apuesta a la coralidad. El texto no puede escindirse en este caso de quien lo escribe, dado que son permanentes las marcas de recuperación de archivo y citas académicas que distribuye el presidente de la Corte Suprema de Justicia. Aún así, hay espacio para la sorpresa, con un narrador que oscila entre revelarse y pronunciarse omnisciente, pasando por la crítica artística y la descripción de la escenografía de la Santa Fe de 1853, ese pueblo primigenio con olor a fritura y río, con paisajes de barro y carrozas, con música de chisme y ladridos.
Narrar el pasado de su ciudad natal es otra de las excusas de la escritura de Rosatti, que comparte su sorpresa por la elección de Justo José de Urquiza de esa localidad tan católica desde donde se propuso la libertad de culto, a donde no llegaban ni los diarios y la segunda religión eran las siestas. En la novela el autor también pretende justicia, dándole voz a los olvidados por la historia: son protagonistas el fotógrafo Clementino Paredes (al que paráfrasis con la cita “Ya vendrán tiempos mejores. Tiempos en los que no nos avergüence el pasado”); al constituyente santiagueño José Benjamín Gorostiaga; o al pintor Antonio Alice, retratista de la imagen más emblemática de la redacción constitucional.
"Los constituyentes del 53", de Antonio Alice.
La minuciosidad con la que se presenta el cuadro “Los constituyentes del 53” nos revela cómo el instinto de un hombre que pinta un cuadro puede determinar la forma en que construimos una certeza histórica con el paso de los años. Más aún, se presenta la inquietud de qué fue lo que lo condicionó a la hora de recrear la realidad, qué quedó afuera y por qué eso no fue incluido. Es entonces cuando Rosatti propone insinuaciones para aproximarse a la Constitución como una literatura judicial, a la que las preguntas sobre el proceso y el método son igual de válidas. Entonces, ¿qué procesos de debate contribuyen a la Argentina contemporánea? ¿Quiénes están siendo aislados de la discusión? ¿Cuánto mejoramos de las instituciones para crear ley?
En medio de esa preguntas se introducen otras de las obsesiones del juez. "Los objetos que sobreviven a un hecho terminan por reemplazar el hecho mismo”: un autor cuya principal materialidad son los fallos que marcan jurisprudencia nos habla de la tragedia de la ausencia de los objetos. La pérdida de los consensos sobre los hechos que fueron históricos (nuevamente, piense en algún convencional constituyente) no permite siquiera una reconstrucción parcial -es decir, una discusión- de lo que nos hace lo que somos.
Después de su novela “Angelito” (Sudamericana, 2023), Horacio Rosatti exige espacio para mostrarse más íntimo e insiste con la noción de que los moldes tienen que combinar con las recetas para que el resultado tenga trascendencia. Apunta así al pasado, en donde la lucidez y algo de fortuna consiguieron sentar bases, pese a la recurrencia argentina de no entender su historia porque no la observa.
“Siempre es más linda una flor unida a su raíz que otra separada, porque mientras la primera desprende su fragancia como señal de vida, la segunda exhala su olor denunciando su próxima y segura muerte”, escribe el juez. Aunque cualquier vinculación del libro con la coyuntura -tan cambiante, tan exigente- luce forzada, sus palabras en la ficción penetran en los acontecimientos, con menos materialidad que sus fallos.
Ficha técnica: El molde y la receta, de Horacio Rosatti
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