3 de noviembre 2006 - 00:00

Hillary piensa en Presidencia

Nueva York - El fondo azul oscuro le viene de perlas, como el traje-pantalón negro con el que aspira a volver a la Casa Blanca. Todo destila un humillo triunfalista y familiar en el entorno de Hillary Clinton, y en el Consejo de Relaciones Exteriores le han preparado un escenario a su medida para que nos explique lo que haría si llegara a ser «presidenta».

«Lo primero, y lo más obvio, tenemos que renovar nuestro internacionalismo», asevera, con un aplomo aprendido de su consorte. «No ganamos la Segunda Guerra Mundial solos, y tampoco la Guerra Fría, y no vamos a vencer la amenaza del terrorismo global si no construimos alianzas... Después del 11-S, todo el mundo era americano. Cinco años después, el mundo se pregunta: ¿qué ha sido de América?»

  • Plan de ataque

  • Y acto seguido, como si se tratara de un discurso sobre el estado de la unión, la todavía senadora anuncia su plan de ataque de política exterior: retirada escalonada de las tropas de Irak, diálogo directo con Corea del Norte y con Irán, conferencia internacional sobre la situación de Oriente Próximo (con la presencia de Siria y de Irán), respeto incondicional de los tratados internacionales de derechos humanos.

    «La administración Bush ha hecho una división simplista del mundo entre el bien y el mal», palabra de la senadora. «Han renunciado a hablar con cualquiera que esté en el lado del mal, y yo a eso le llamo una política peligrosamente irreal... Tenemos que valorar la diplomacia tanto o más que la fuerza militar. Las negociaciones directas no son un signo de debilidad, sino de liderazgo.»

    Hillary Clinton fue subiendo el volumen de su discurso hasta revestirlo con un inconfundible empaque presidencial, como si ya hubiéramos dejado atrás el trámite del 7 noviembre y nos encontráramos en 2008. De camino hacia el estrado, en plena galopada electoral, la senadora recibe la buena nueva: el ultraconservador «New York Post», de Rupert Murdoch, pide el voto para Hillary frente a John Spencer, su rival republicano, a más de 30 puntos en las encuestas, que se ha estrellado con mensajes alarmistas como éste: «Hillary Clinton es la mayor amenaza para el futuro de América».

    Mucho han cambiado las cosas en seis años, y hasta el propio Rupert Murdoch se digna a desayunar con ella y todas las puertas parecen abrirse ahora milagrosamente a su paso.

    La campaña anti-Hillary, iniciada en sus tiempos de primera dama, sigue más viva que nunca en los blogs republicanos, pero hasta sus enemigos declarados, como John Podhoretz (autor del libro «¿Podemos pararla?»), admiten con un rictus de resignación: «Es más vieja, más sabia y más lista, y por tanto más peligrosa. Ha demostrado la cualidad más importante que cualquier político con éxito puede tener: ha sabido adaptarse».

    Los 59 años recién cumplidos han sido el hito más reciente en su carrera. En vez de la típica fiesta para los amigos, los Clinton celebraron un acto de recaudación de fondos que dejó un millón de dólares en las arcas de la senadora, y ya van más de 50 millones desde que arrancó la campaña (casi intactos y reservados para la creación del comité de exploración de su candidatura presidencial).

    Hillary cuenta ya con un leal ejército de 50 trabajadores, más los 50.000 voluntarios que la están ayudando a crear una red nacional.

  • Vaticinio

    «Va a lanzar definitivamente su carrera presidencial», vaticina el ex asesor de los Clinton Dick Morris. «Todos sus movimientos de los últimos meses apuntan en ese sentido: su reposicionamiento en la guerra de Irak, su batalla contra el calentamiento global, su llamamiento contra la tortura.»

    Criticada por las bases demócratas por su postura calculadamente ambigua en la guerra de Irak, Hillary Clinton se ha convertido de pronto en abanderada del «cambio de curso». En su discurso presidencial en el Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York, la senadora fue aún más allá: «Tenemos que ir pensando en el despliegue escalonado, a partir de diciembre de este año. Los líderes locales han de asumir su responsabilidad y han de saber que no vamos a quedarnos allí para siempre. Los iraquíes tienen que tomar el liderazgo y cumplir con sus compromisos: el Ejército norteamericano no puede permanecer en el fuego cruzado de una guerra civil».
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