4 de enero 2021 - 00:00

Falleció Raúl Baglini: político brillante (mucho más que el teorema que mejor explica la política)

Fue un armador de consensos en medio de los momentos más difíciles de la Argentina. Negociador genial, formó parte de una clase de élite de legisladores.

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Alerto desde el inicio que romperé con esta nota varias reglas de estilo. Por ejemplo, será imposible que en las líneas que siguen no haya notas autorreferenciales, como las habrá también seguramente en las crónicas de muchos periodistas que siguieron la marcha de Raúl Baglini, y de última del país todo, en los pasillos del Congreso. El anecdotario que rodea a la carrera política del mendocino y su relación con los periodistas como fuente hace imposible que no aparezcan miles de referencias a su persona en la historia parlamentaria reciente.

Baglini falleció ayer después de pasar por largos períodos de enfermedad y recuperación, con un físico que nunca lo ayudó. Pero la verdad, es lo que menos importa sobre la historia de “El Gordo”, es cómo murió, sino lo que aportó a la vida democrática de este país y para intentar reforzar las bases de institucionalidad que tanto extrañamos los argentinos.

El 29 de octubre del año pasado el país estaba sumido en el inicio de una segura transición, que había acelerado una PASO que dejará su huella en la historia. En los medios comenzaron a aparecer, como en cada crisis, apelaciones a la responsabilidad de la clase política; y por lo tanto reproducciones de todo tipo de su famoso Teorema. Como me crié junto a Baglini en la vida de cronista parlamentario, note inmediatamente que casi sin excepción las menciones que se hacían eran erróneas. Lo llamé y directamente le planteé: “Gordo necesito que me dictes de nuevo el Teorema en tus propias palabras. Es un momento esencial para que se vuelva a leer. Todos lo están publicando mal”.

“Sí, tenés razón. Dale anotá”, me respondió y de allí salió una versión original y certificada por el autor que inmediatamente reprodujimos en la tapa de Ámbito de ese día.

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Baglini estaba feliz y hoy releí varias veces esa conversación en mi WhatsApp. “Maravilloso”, me escribió al día siguiente.

El mendocino fue un abogado brillante, conocedor como pocos de los caminos de la constitucionalidad alrededor de los vericuetos de la Corte Suprema, pero quizás el aporte que más deberá quedar para la historia es su infinita capacidad de negociar y terminar acordando. Está claro que esta cualidad no la ejercía con cualquiera. Sería difícil pensar a un Baglini en el contexto del actual parlamento, intentando mantener el nivel de profesionalidad parlamentaria que demostró desde su banca, como jefe político en su bloque o en la presidencia de la estratégica comisión de Presupuesto y Hacienda.

Pocas personas en este mundo conocían tan bien el Presupuesto Nacional argentino (y referencias a los otros países también) como Baglini. Lo mismo puede decirse de una ley clave para el país y que el público de a pie casi no conoce cómo es la Ley de Administración Financiera y de los Órganos de Control. Esa norma es la base de buena parte de la institucionalidad económica y política del país y su violación sistemática por los gobiernos hizo que la Argentina se volviera cada vez más un país poco serio, como definiría Julio Ramos, el director fundador de este diario.

Más allá de esos tecnicismos, Baglini integró un grupo dorado de legisladores que en su momento ayudaron y mucho desde el Congreso a que en la Argentina hubiera equilibrio político, a pesar de las pretensiones de cada presidente de turno.

Ese grupo en el que no pueden dejar de mencionarse a Oscar Lamberto, Jorge Matzkin o Marcos Makon, desde el Ministerio de Economía fue responsable muchas veces de apagar incendios que provocaba la política local, algo que no es posible encontrar en el actual Congreso.

Fue testigo presencial de las negociaciones entre radicales y peronistas la madrugada del 6 de enero de 2002 cuando se votó la Ley de Emergencia Pública que pedía Eduardo Duhalde presidente, tras la salida de la Convertibilidad y la caída de Fernando de la Rúa. La muñeca de Baglini, también la de Lamberto y la Matzkin esa noche para encontrar soluciones en ese texto evitó una crisis política mayor.

Más allá de ese día, fueron memorables los cruces entre Baglini y su contraparte Lamberto. El peronista santafesino, también por turnos presidente de Presupuesto Hacienda, hablaba con él el mismo idioma y las intervenciones de ambos en el recinto había que seguirlas como una partida de truco. Una partida que terminaba normalmente en acuerdos que alejaban la barbarie y acercaban la civilidad parlamentaria, Escenarios que claramente hoy se extrañan.

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