El Malba atraviesa un período de intensa actividad. A la llegada de la célebre pintura de Frida Kahlo, “Diego y yo”, se suma el nuevo diseño de la colección permanente. Las obras del Malba se exhiben esta vez junto a los mayores tesoros pertenecientes a la colección privada de Eduardo Costantini.
Anna Maria Maiolino: un llamado a la atención para prestarle oídos
El Malba inauguró “Schhhiii…”, singular muestra antológica de la destacada artista italobrasileña.
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Maiolino. La performance “Entrevidas” (1981), cuando la calle adoquinada se llenó de huevos crudos.
Ahora se presentó “Schhhiii…”, la primera exposición antológica de la artista ítalobrasileña, Anna Maria Maiolino (1942). El curador del Instituto Tomie Ohtake de San Pablo, Paulo Miyada, trajo alrededor de 200 obras y configuró un panorama tan extenso como diverso de la trayectoria de Maiolino. El Malba cumple así con su programa de exhibir todos los años un artista latinoamericano, aún en tiempos difíciles. Ni siquiera durante la pandemia, cuando se expusieron las muestras de Remedios Varo y Barradas, se interrumpió esta programación.
La onomatopeya “Schhhiii…”, título de la muestra de Maiolino, se abre a la interpretación: puede ser una llamada de atención, o la orden de hacer silencio, en abierta referencia a los gobiernos totalitarios. La exhibición tiene un fuerte tono autobiográfico y está plagada de referencias personales. El tema es la vida entrelazada con el arte, un ejemplo es la foto-performance donde su madre, ella y su hija, están unidas por un cordel que sale de sus bocas. Maiolino consolidó su destino artístico, aun en medio de las contingencias menos favorables de su existencia.
La serie “Entre pausas” (1968/69) surgió durante su residencia en Nueva York, en medio de las “restricciones de tiempo, energía y recursos”, cuando acompañó a su marido, el artista Rubens Gerchman que disfrutaba de una beca. Allí, Maiolino cuidaba a sus hijos pequeños, trabajaba como diseñadora, limpiaba, cocinaba, mientras el tiempo para el arte se escabulle. Hasta que Hélio Oiticica, también radicado en Nueva York, le aconsejó enfáticamente que no abandonara la producción. Y le brindó instrucciones precisas. Le indicó que dibujara durante el viaje en colectivo al trabajo y que llevara papeles y bolígrafos. El curador, Miyada, observa: “Así fue, de estos simples registros vividos o imaginados, surgieron imágenes recurrentes que a simple vista parecían de amor romántico y, a pesar o causa de esto, indicaban asimetrías entre lo femenino y masculino, entre sujeto y objeto del deseo…”
Una de las obras más atrayente y significativa de Maiolino, es la performance “Entrevidas” de 1981, el origen de la instalación que lleva el mismo nombre, y habla de modo ambiguo pero muy personal del contexto político que atravesó. Durante los años que vivió en EE.UU., la Guerra de Vietnam ocupaba la mente de los artistas, mientras que, en Brasil, “Entrevidas”, surgió entre el final de la dictadura militar y el comienzo de la apertura democrática. Luego, Maiolino vivió en la Argentina junto a Víctor Grippo, su pareja, en el momento en que se denuncian y enjuician los abusos de la dictadura militar.
Performance
La propia artista cuenta que presentó la performance frente a su estudio, en Río de Janeiro y así, describe su creación: “La calle adoquinada se cubrió de cientos de huevos de gallina crudos. Los transeúntes no tenían otra opción más que pasar entre los huevos. […] Usé la simplicidad del huevo, el arquetipo de la vida por excelencia, para hablar de la vida y de cómo resiste a pesar de todo. La dictadura aún prevalecía en nuestro país; sin embargo, en el horizonte se asomaba la luz de un nuevo día, y con ella la vida, latente y dotada de una enorme capacidad de adaptación, se afirmaba una vez más en su naturaleza. Por otro lado, ya que la apertura democrática no estaba del todo consolidada, vivíamos en un estado de incertidumbre, literalmente caminábamos sobre huevos”. Las fotografías de la performance se usaron como obras y llegaron al Malba.
El recorrido de la muestra no respeta la cronología, sigue el hilo de una narración “espiralada”, como tienden a ser los más bellos trabajos de Maiolino. Entre ellos, los “dibujos- objetos”, donde recorta las formas redondeadas. No obstante, en los “Mapas mentales”, obras donde se organiza su cartografía emocional, respetan el rigor de una estricta geometría. Sus numerosos dibujos y las cerámicas, entre ellas la que trepa por las paredes, completan la exhibición.
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