7 de septiembre 2020 - 00:00

Fin de fiesta en Wall Street ¿o sólo un pozo de aire?

La clave del S&P500 el último mes es la rotación. Los analistas ya están elevando sus proyecciones de ganancias por acción.

La idea es que los mercados financieros tradicionales y los digitales dejen de ser mutuamente excluyentes.

La idea es que los mercados financieros tradicionales y los digitales dejen de ser mutuamente excluyentes.

Pixabay

¿Qué pasó? ¿Se pinchó la burbuja? Alta en el cielo, la Bolsa se precipitó jueves y viernes (más suave). ¿Wall Street entró en razones luego de una vorágine alimentada hasta por trucos baratos como dividir una acción de moda en varias, y conseguir el milagro de una apreciación de la compañía? El Nasdaq llegó a hocicar 10%. Las acciones tecnológicas se derritieron al sol como Ícaro. ¿Quién desconectó a Tesla? Superó los 500 dólares el martes en un meteórico exceso de velocidad. Producido el cortocircuito, se hundió a 382 dólares en lo peor del viernes y cavó su propio mercado bear con un desliz de más de 23%. Y si consiguió encender motores para cerrar en 417 dólares volvió a despistarse -a 391 dólares- en la negociación después de hora. ¿Fin de fiesta? ¿El rally larga duración se quedó sin batería? ¿O es un chubasco pasajero como en junio? Un pozo de aire, se diría. Se pinchó un globo específico. Los Robinhooders, quienes no conocieron los bosques de Sherwood, ya saben lo que es una trampa para cazar chorlitos. Su responsable -el grupo japonés SoftBank- quedó finalmente expuesto por su irrupción brusca en el mercado de opciones. El conglomerado -que opera un hedge fund con 100 mil millones de dólares en activos- tomó posición agresiva en empresas tecnológicas. Compró acciones, pero fundamentalmente derivados en una operación gigantesca. El mercado de calls de acciones individuales (opciones de compra) explotó en alza -su volumen se triplicó en las dos últimas semanas- sin que se supiera bien qué había detrás. La movida -como la entrada de un elefante en un bazar- desató una tragedia “griega” de volatilidades. Es que para evitar pagar roturas, los vendedores de calls se protegen comprando acciones en estrategias dinámicas conocidas como de cobertura “delta” (y “gamma”). El rally de los precios -y la persistencia del comprador- los obligó a pujar por todavía más papel, con frenesí, para no exponerse al descalce. Esa olla a presión -nunca el índice VIX había llegado tan alto con el S&P 500 en los récords- se destapó el jueves con la violenta caída del Nasdaq. ¿Quién puede saber si la cocción ya culminó? La calma vespertina del viernes (con un feriado largo por delante) es buena señal, pero insuficiente. SoftBank adquirió 2 mil millones de dólares de acciones de Amazon, Microsoft, Tesla y Alphabet el mes pasado, y una nueva unidad de administración de activos tiene un presupuesto de 10 mil millones de dólares para invertir. Es una mano convencida, fondeada en firme. Si lo suyo es posicionamiento (después de todo, se trata de un conglomerado tecnológico) y no el revoleo de una transacción, así será. Tampoco faltará quien quiera ponerlo a prueba.

¿Cuántos otros SoftBanks habrá? No se sabe, no muchos, no es el único. Si se mira el S&P500 el último mes la clave es la rotación. Con bombos y platillos, tecnología trepó sólo 0,5% mientras las acciones industriales, de servicios de comunicación y financieras avanzaron en silencio más de 3%. A simple vista la valuación exagera, pero es el rasgo típico de un mercado bull a estrenar. Y no cacarea más que en 2009 cuando la Bolsa sorteó la crisis de Lehman y la economía se debatía también en un mar de dudas. Los analistas ya están elevando sus proyecciones de ganancias por acción por primera vez desde el segundo trimestre de 2018. Y, por cierto, la piña pudo ser de nocaut si los fundamentos no hubieran dicho presente. El mercado de trabajo rindió examen el viernes y aprobó sin tachas. Creó 1,37 millones de nuevos empleos netos y la tasa de desocupación se desplomó a 8,4%. Los hogares declararon más de 3 millones de flamantes conchabos en agosto. Desde ya que hay problemas -despunta un creciente desempleo crónico- pero la pregunta del millón de julio, si el rebrote del covid-19 había descarrilado la recuperación, se contestó por la negativa rotunda. Y, desde entonces, la infección opera en una bajamar evidente. Que la Fed de Jay Powell persiga ahora una política monetaria diferente es viento de cola duradero. Ya sea por el repliegue del dólar o por la prédica tenaz de que el estímulo deberá reforzarse. En el margen, ya se dijo, la política fiscal pisó el freno aunque la economía no da indicios de sufrirlo. Esperar de brazos cruzados hasta que pase la elección sería demasiado. Allí habrá que prestar atención.

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