24 de abril 2006 - 00:00
Auspiciosa apertura de sala en el Centro Rojas
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La flamante sala, que reemplaza el antiguo lobby donde iniciaron sus carreras muchos de los artistas que hoy pisan fuerte en el circuito internacional, se inauguró con la presencia del decano de la UBA, Jaim Etcheverry, el director del Rojas, Fabián Lebenglik (quien anunció su inminente renuncia al cargo), el artista y el curador Jorge Gumier Maier, ya retirado como ideólogo de la estética finisecular que rescató la belleza, y el juez Gustavo Bruzzone, que supo ver antes que nadie la importancia del movimiento y contagiar su pasión por el coleccionismode arte emergente, además de una multitud de artistas, galeristas y críticos.
Desde la enorme vidriera ubicada en el edificio adyacente a la sede del Rojas, se divisa la instalación de la joven Noelia Yagmourian, realizada con cintas de raso color rosa en diversas tonalidades. Pese a su rigurosa geometría, deudora de la tradición del arte concreto argentino, la obra ostenta un tono festivo que evoca el cotillón; se puede ver como un homenaje al arte que nació en el Rojas a contrapelo de las tendencias dominantes, o sea el conceptualismo y el arte político o comprometido.
En el interior de la sala y sobre unos andamios, se levanta la obra estupenda de la también joven Valeria Maculán. La instalación parodia la construcción urbana con el afán de llevar a la pintura no sólo el color, sino también el espacio y la estructura. El resultado es un atractivo «cuadro» en tres dimensiones, que reúne materiales diversos de naturaleza orgánica e inorgánica, como plantas, naturales y artificiales, a las que se suman azulejos y tubos de luz fluorescente.
«La estructura modular se repite en una suerte de pequeño bosque de interior, nutrido de tensiones que crecen, como los árboles, de adentro hacia fuera y de abajo hacia arriba», explica la curadora del espacio de Artes Visuales del Rojas, Eva Grinstein, quien padeció más que nadie la ausencia de una sala de exhibiciones. Nombrada para poner a prueba su ingenio cuando se paralizó la obra,tuvo que reducir -literalmente- sus muestras a la escala del poste de alumbrado la calle Corrientes, que desde entonces sirve de curioso habitat y soporte para el arte.
La reunión mantuvo el clima distendido de las inauguraciones habituales. No hubo discursos ni retórica, pero después de cinco años de gestión, Lebenglik rompió con su habitual reserva para hablar de algunos de su logros, como entre otros, las publicaciones del Rojas, o la beca de Guillermo Kuitca, de la cual surgieron muchos artistas talentosos que hoy conquistan el mundo.
Además, si bien la Universidad tiene a su cargo el gasto de infraestructura, servicios y personal administrativo, la acción cultural y la docencia se autofinancian con el dinero que generan los cursos y espectáculos, aunque varios son gratuitos. «Me parece el momento oportuno para dejar la gestión», observó Lebenglik al considerar que el Rojas atraviesa un buen momento, y asegurar que no aceptará ningún cargo. En suma, un funcionario que se quiere ir. Toda una rareza.
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