13 de enero 2021 - 00:01

¿Debe un actor tomar la temperatura al público?

Colectivos artísticos se oponen a gestionar sus propuestas de verano como si fueran pymes.

Otros tiempos. El Parque Centenario, cuando los artistas sólo actuaban.

Otros tiempos. El Parque Centenario, cuando los artistas sólo actuaban.

Si los tiempos de pandemia fueron y son durísimos para actores, músicos y todo practicante de un arte que dependa de lo performático, una reciente disposición del Gobierno de la Ciudad no sólo no alivia esta situación sino que echa más leña al fuego. De acuerdo con una serie de instructivos que se les está haciendo llegar a los profesionales que se han postulado para actuar durante la temporada de verano(fijada entre el 9 de este mes y el 16 de febrero, un día antes del eventual inicio de clases) en plazas, museos, anfiteatros, bibliotecas y otros espacios públicos de la Ciudad, son estos actores y músicos, y no el Gobierno, quienes deberán encargarse de todo: desde contratar seguridad privada hasta el alcohol en gel y el papel higiénico de los baños; desde tomarles la temperatura a los espectadores hasta controlarles el barbijo y que respeten el distanciamiento (no el que pedía Brecht, aunque eso sea lo propio del actor, sino el que exigen los protocolos sanitarios del covid-19); desde proveer los equipos de sonido hasta contratar seguros por accidente. Y, también, de cobrar la entrada vía sistema de tickets y hacerse cargo de la publicidad y la difusión. En una palabra, que los angustiados artistas, si desean actuar en cualquiera de esos espacios públicos, deberán transformarse en una pyme.

Las temporadas de verano siempre fueron gratuitas para el público, y los actores contratados y remunerados. Si los recortes presupuestarios por la pandemia hoy tornan eso imposible, la alternativa ideada no ha sido la mejor; por el contrario, ha enardecido a la colectividad teatral, que juzgó esas condiciones de trabajo escandalosas y sin precedentes. En estas horas, distintas entidades elaboran un comunicado conjunto en el que le pedirán al jefe de Gobierno y al ministro de Cultura que deje sin efecto esas medidas.

En uno de los instructivos, por ejemplo, se detalla que el “organizador del evento”, o sea el actor, deberá contar con un “listado definitivo de asistentes que será utilizado como declaración jurada; un listado de todo el personal afectado (el personal de servicios deberá ser considerado dentro de su nómina y deberá cumplir con los mismos requisitos previamente mencionados). Personal de control de protocolos y sala. Personal de carga y descarga. Insumos para baños tanto de público como camarines (papel higiénico, toallas de papel, lavandina, desodorante ambiente, agua, vasos). Insumos necesarios para escenario y puesta escénica (cinta tapete, escenografía, botellas de agua). Insumos para la correcta aplicación de protocolo (termómetro, alcohol en gel, alcohol en spray al 70%). Seguro de Responsabilidad Civil Comprensiva por la suma asegurada mínima de pesos tres millones ($3.000.000). Sistema de reserva o venta de entradas electrónicas (no se podrá acceder sin previa reserva)”.

Ante estas exigencias, hay quienes hablan de “privatización del espacio público”, pero ni siquiera esa definición parece correcta. A ningún empresario privado, aquellos que hoy han vuelto a reabrir a pérdida sus salas con el objetivo de mantener viva la llama del teatro, se le hubiera ocurrido nunca que sus artistas tuvieran que tomarle la fiebre al público o reponer los insumos de los baños.

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