5 de febrero 2008 - 00:00

Exhibe Nueva York la mejor geometría latinoamericana

El arte y las teorías del uruguayo Joaquín Torres García son fundamentales en la solidez que tiene hoy el arte de América Latina, reafirmada ahora por la muestra que se exhibe en Nueva York.
El arte y las teorías del uruguayo Joaquín Torres García son fundamentales en la solidez que tiene hoy el arte de América Latina, reafirmada ahora por la muestra que se exhibe en Nueva York.
La sólida dimensión internacional que ha alcanzado el arte de América Latina se reafirma una vez más en la muestra «La geometría de la esperanza: el arte abstracto latinoamericano en la Colección de Patricia Phelps de Cisneros», presentada en la Galería Grey Art de la Universidad de Nueva York, donde enseñó durante nueve años el autor de esta nota.

Organizada por el Blanton Museum of Art, de la Universidad de Texas en Austin, la muestra plantea un recorrido por la abstracción geométrica latinoamericana, con más de cien obras de cuarenta artistas pertenecientes a la mencionada colección, con sedes en Caracas y Nueva York. El eje de la exposición atraviesa las distintas ciudades que en sucesivas décadas, desde el 30 al 70, fueron núcleos del desarrollo de la abstracción en el continente americano: Montevideo, Buenos Aires, Sãn Pablo, Rio de Janeiro y Caracas.

Varios de los artistas representados dieron vuelta a la costumbre artística y fueron a Europa a enseñar lo que pintaban, no ya a aprender cómo pintar. Otros, formados en Europa, aportaron decisivamente al arte de la América Latina. La destacada crítica norteamericana, Roberta Smith, escribió hace pocos días en «The New York Times»: «Hasta hace poco, el heroico relato de la pintura abstracta de posguerra estaba dominado por un puñado de artistas neoyorquinos. Pero el pasado siempre está en movimiento. Un gran reparto de artistas latinoamericanos se ha introducido en el relato. Al contrario que muchos de sus primos del Norte, estos artistas no recibieron una inoculación surrealista contra la pureza y el idealismo de la abstracción geométrica que también floreció en la Europa de entreguerras. Abrazaron la geometría y trabajaron para extenderla.»

Los historiadores coinciden en que fue Kandinsky quien, hacia 1910, abolió los últimos vestigios de figuración pictórica, y toman a una acuarela suya de entonces por el nacimiento del arte abstracto. Sólo en 1913, en Berlín, Kandinsky se entrega de lleno a estas experiencias, derivadas del fauvismo y del expresionismo. Pero también en 1913, en Moscú -ciudad natal de Kandinsky-, iniciaba Malevich un camino propio con su Cuadrado negro sobre fondo blanco. A las formas imprecisas de Kandinsky y otros abstractos (Delaunay, Marc, Kupka, Picabia), opuso Malevich los trazos rigurosos de la geometría. Dos años después bautiza de suprematismo al arte que preconizaba y que había alcanzado a través del cubismo y del futurismo.

Sin embargo, ese nombre merece quedar subsumido en el de constructivismo (es el de otra tendencia afín en la Rusia soviética), un movimiento que entre 1920 y 1930 reúne a creadores de arte (Malevich, Tátlin, Lissitsky, Rodchenko y Gabo) y de arquitectura (Guinzburg, Leonidov, Chernijov, expuesto en el Museo de Buenos Aires en 2000, y Krasilnikov), cuyo aporte, acaso el más avanzado de la primera mitad del siglo, sólo es reconocido por el mundo tres décadas después de su desaparición forzada a manos del stalinismo.

Entretanto, la abstracción geométrica (así denominada para diferenciarla de la abstracción orgánica o lírica de Kandinsky) recibe dos grandes impulsos: el neoplasticismo de los holandeses Mondrian y van Doesburg, el belga Vantongerloo y el alemán Vordemberge-Gildewart, que surge hacia 1917, y los logros de la Bauhaus (1919-23), donde enseñan Moholy-Nagy, Klee y Albers.

Un hecho culminante es la exposición internacional de artistas abstractos (de ambas tendencias), organizada en París, en 1930, por el pintor uruguayo Joaquín Torres García, geométrico, y el crítico Michel Seuphor, fundadores de la fugaz revista «Cercle et Carré».

Cuando Torres García retornaal Uruguay en 1934, funda la Asociación de Arte Constructivo y edita «Círculo y Cuadrado» (segunda época entre 1936 y 1943). Hacia 1935, Torres García orienta su creación constructiva a un rescate de las tradiciones artísticas precolombinas, en especial las de mayas y aztecas, basadas sobre los elementos geométricos.Ya en 1936, Torres García dibuja al revés el mapa de la América austral, acompañándolo de una frase que es toda una declaración de principios: Nuestro Norte es el Sur (lo copiaron varios artistas de otro nivel). En 1943, abre un taller de enseñanza donde iniciará en el Constructivismo a decenas de alumnos; polemiza, difunde y opina sin cesar, por escrito, desde la cátedra y en conferencias, hasta su muerte, en 1949, a los 75 años.

Un grupo de jóvenes artistas argentinos definían a Torres García como un patriarca y, también, estaban al tanto, aunque de modo fragmentario, del último Kandinsky, de Mondrian, de van Doesburg, de Vantongerloo. «La era artística de la ficción representativa toca a su fin». Así un joven pintor de 24 años, Tomás Maldonado, hacía este anuncio en Buenos Aires, en el invierno de 1946. Autor del Manifiesto Invencionista, donde cabían aquélla y otras definiciones, con él firmaban quince artistas y poetas. Su propuesta: la invención concreta

La década del 40, en la que empieza la consolidación del arte argentino, presencia un acercamiento nunca visto de pintores, escultores y arquitectos (y músicos y poetas), alrededor de comunes objetivos de ruptura.

En el caso del arte, es tan nítido el corte con el pasado que establece un giro copernicano en la historia de nuestras manifestaciones estéticas. Los hitos de entonces son el Manifiesto de los Jóvenes contra la figuración, emitido en 1941 por Girola, Hlito y Maldonado; la edición en Buenos Aires, en 1943, de Universalismo constructivo, de Torres García -que sucede a su muestra y sus conferencias de 1942, y sirve para estrechar las relaciones con sus admiradores de aquí-; la publicación, en 1944, del único número de «Arturo», «revista de artes abstractas» y órgano de los nuevos creadores; y, en 1945-46, el cisma: la Asociación Arte Concreto-Invención (Maldonado), y el Movimiento Madí (Arden Quin). Un tercer desprendimiento es el Perceptismo de Lozza (1947), lamentablemente fallecido hace dos domingos a los noventa y seis años.

Entre los artistas brasileños se expusieron obras de Lygia Clark y Hélio Oiticica, que pertenecieron al grupo neoconcreto de Rio de Janeiro y sobrepasaron las fronteras del arte «establecido». Hélio Oiticica, que a partir de 1959 comenzó a trabajar en relieves tridimensionales, exhibió en la muestra Konkrete Kunst organizada por Max Bill, en Zurich (1960). Maldonado propició más tarde que lo echaran al prestigioso director suizo del Bauhaus que lo había invitado como profesor. Jesús Soto (1923 -2005), otro de los latinoamericanos expuestos, ( expuso con el Cayc en 2000) fue uno de los fundadores de la estética neoconstructivista, a la cual aportó una muy particular contribución de perfiles únicos.

Con Víctor Vasarely, Jean Tinguely, Alexander Calder, entre otros, Soto participó, de la muestra organizada en 1955 por la galerista francesa Denise René, «Le mouvement», que fue referente para el desarrollo del arte cinético en Europa. Ella apoyó a un sinnúmero de artistas argentinos de la geometría sensible término acuñado por el crítico Aldo Pelegrini.

El catálogo para la exposición «La geometría de la esperanza», editado por el Blanton Museum of Art, cuenta con una introducción de Gabriel Pérez-Barreiro y textos académicos sobre cada una de las ciudades incluidas.

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