25 de enero 2001 - 00:00

Gibson: "Charla y chocolate es lo que ellas quieren"

Mel Gibson y Helen Hunt.
Mel Gibson y Helen Hunt.
(24/01/2001) Como en casi todos los países donde ya se ha estrenado, el film «Lo que ellas quieren» también arrolló en los cines argentinos. El último fin de semana, pese al calor, la película donde Mel Gibson puede oír lo que piensan íntimamente las mujeres reunió 136.000 espectadores (con abrumadora predominancia femenina, naturalmente).

En Londres, el actor acaba de dar una entrevista sobre el mismo tema donde, con humor, intenta definir lo que dice el título: «Al cabo de 20 años llegué a la conclusión de que lo que realmente quieren las mujeres es una cosa indefinida que está entre el chocolate y la charla permanente». Aquí un fragmento de la entrevista:

Periodista: Hablemos de mujeres. A usted se lo está viendo en una nueva película, «Lo que ellas quieren», en la que interpreta a un hombre capaz de oír lo que piensan las mujeres. ¿Usted cree que es posible la existencia de un hombre así en la vida real?


Mel Gibson:
En los últimos 20 años me la pasé tratando de descubrirlo pero no pude pasar ni empezar a imaginármelo. Mire, Freud se pasó casi toda la vida tratando de descifrar eso mismo, y murió si lograr resolverlo. No quiero decir con esto que yo sea un partidario devoto de sus métodos, pero al menos lo intentó durante largos años de su vida. Pero al final se quedó con los mismos interrogantes que todos nosotros. Algunos dicen que se aproximó bastante, pero en verdad no hizo otra cosa que morderse la cola.

P.: Usted hace 20 años que está casado con la misma mujer, tiene siete hijos con ella... ¿y no tiene ni siquiera una pista?


M.G.:
Le diré: creo que lo que las mujeres quieren es algo indefinido que está entre el chocolate y la charla permanente.

P.: ¿Sólo eso? ¿Le parece que eso es todo lo que puede querer una mujer?


M.G.:
No, no es lo único. Es lo principal. Después están las cosas menores. En el pasado, yo tuve algunas iluminaciones que me hicieron correr a comprar, por ejemplo, un ramo de flores.Y cuando vi los resultados me decía: este truco de las flores siempre funciona. ¿Por qué no pensé antes en eso?

P.: Lo más irónico de todo es que, en verdad, a los hombres no les preocupa demasiado qué es lo que las mujeres piensan, pero una mujer puede llegar a obsesionarse sobre la vida interior de un hombre.

Gibson y las mujeres

M.G.:
Puede ser, aunque en realidad si una mujer pudiera oír los pensamientos íntimos de un hombre se llevaría más de un chasco. Por lo general lo que escucharía es el ruido de los nudillos, el chirriar de los grillos, y con suerte uno o dos capítulos de «Los tres chiflados». Las mujeres no, se la pasan pensando en miles de cosas, saltan de una cosa a la otra con una facilidad increíble. Tienen una maraña de la que los hombres carecen. A veces nosotros saltamos de la cama y vamos directamente a la ducha sin que se nos cruce un solo pensamiento. Las mujeres en cambio están acosadas por sus cosas. Y después está todo el tema de la maternidad. Así que, bueno, ante ese panorama, ¿cómo podríamos los hombres saber lo que quieren las mujeres?

P.: Usted se describe como muy calmo pero tiene fama de irritable. ¿Cómo es eso?


M. G.:
Mi inestabilidad no sale a flote muy a menudo porque para existir en la sociedad hay que mantener el control. Cuando era más joven era mucho más violento, y paradójicamente -aunque no lo recomiendo, por supuesto-eso me ayudó. Antes de dar la prueba para «Mad Max» tuve una pelea en un bar con un equipo de rugby por una mujer, y como resultado de ello conseguí el papel. Hacía falta un tipo de esas características.

P.: ¿Siempre quiso ser actor?

M.G.:
No. Antes quería ser corresponsal de guerra. Quería ser periodista, subirme en un helicóptero y volar a las zonas de guerra, pero entonces llegó esto, la escuela de drama, y era algo más inmediato. Actuar me tranquilizó y se convirtió en una terapia para mi locura. Creo que si hubiera sido periodista la habría alimentado más. Estaría en cualquier lugar peligroso, esquivando balas y pensando que era divertido. Ahora estaría muerto, o quizá no. Dios cuida a los más idiotas, y desde luego me está cuidando a mí.

P.: ¿Por qué algunos lo definieron como un misógino de derecha?


M.G.:
No sé. Es desconcertante. No soy así para nada. Supongo que es porque soy católico, tengo ideas sobre el control de la natalidad y suelo bromear sobre mantener a las mujeres dominadas, preñadas y en la cocina, y con la «corrección política» de hoy en día ni siquiera se aceptan las bromas. También pueden considerar que como llevo 20 años casado deberé ser un hombre de las cavernas.

P.: ¿Qué piensa del feminismo?


M.G.:
La cuestión feminista es una idea inventada que se creó para que un montón de mujeres estén insatisfechas. Por supuesto, deberían recibir el mismo salario por el mismo trabajo, pero hay una diferencia entre sexos.

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