3 de septiembre 2001 - 00:00

Jurados del mundo premiaron al arte en certamen rosarino

Obra de Hernán Marina.
Obra de Hernán Marina.
Rosario - Con la doble ambición de lograr una proyección federal y a la vez internacional, Chandon inauguró su premio a las artes visuales en el interior del país. Entre los miembros del jurado convocaron al cubano Gerardo Mosquera, afincado en el New Museum de Nueva York, y al rosarino Carlos Basualdo, jefe de curadores del Wexner Center del Universidad de Ohio.

Las 53 obras que ingresaron al concurso (se presentaron más de 700) se exhiben en el Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino, institución que hace unos años sacudió la calma provinciana con los vientos renovadores que trajo su director, Fernando Farina.

En términos generales y con algunas variantes, la muestra ostenta la estética que en la década del '90 surgió en el Centro Cultural Rojas, la misma que predomina en espacios marginales como el hotel Boquitas Pintadas o la tienda y galería Belleza y Felicidad, y que se impuso en enclaves consagratorios como el ICI o la galería Ruth Benzacar y, más reciententemente, Gara o Del Infinito.

El premio lo ganó Ernesto Ballesteros, con una obra efímera y en extremo sutil, un dibujo al lápiz casi imperceptible realizado en una gran pared del Museo, que será borrado al finalizar la muestra con el consentimiento del artista. Ballesteros explica que trazó 600 líneas sobre la pared y ejerció mayor presión en dos zonas de esa amplia superficie.

Como en otras oportunidades, y como si la emoción fuera el producto de cálculos difíciles, el propio artista describe su obra y cuenta que traza un número determinado de líneas durante un tiempo también determinado.

Sin embargo, su relato no coincide con la sensibilidad extrema de su escritura. Es como si deseara confundir al espectador, que por un lado percibe el tono apasionado de sus enmarañados dibujos, y luego se ve obligado a confrontarlos con un discurso que es ajeno al clima de la obra. Discrepancia que agrega interés al trabajo, al poner a prueba la capacidad de percepción: la obra debe ser apreciada «a pesar» de lo que dice el artista.

Al igual que en el Premio Banco Nación, se advierte la casi total ausencia de pintura; sólo se exhibieron dos, excelentes por cierto y cada cual con su estilo, como la escalofriante dentadura de yeso que presentó
Daniel García. Carlos Herrera ganó una mención con su serie de diapositivas perforadas, Isabel Chedafou con una fotografía, Hernán Marina con una bidimensión y Román Vitali con una tridimensión. Las menciones honoríficas fueron otorgadas a Cristina Schiavi y el grupo En Trámite con un video. El premio especial del público lo obtuvo Marcelo Michelli con su «Nido» de mariposas estratégicamente ubicado en un rincón del Museo. Mosquera dictó una conferencia donde subrayó que la diversidad artística de nuestro continente no permite ser encasillada bajo el rótulo de arte latinoamericano, sino que es más preciso hablar del «arte desde América latina».

Criticó «los paradigmas que habían orientado su práctica y valoración», relacionados con ciertas generalizaciones que aún disfrutan de reconocimiento como referentes de la identidad cultural latinoamericana: el realismo mágico, lo real maravilloso, el mestizaje, el barroco, el afán constructivo o el discurso revolucionario. Categorías que inducen al equívoco de reducir nuestro arte a un producto exótico o fantástico, en fin, a un cliché. También señaló los riesgos del estilo global, la lingua franca que iguala el arte de todas las naciones y es el pasaporte de ingreso a los circuitos internacionales. En este sentido, elogió los «errores» de las apropiaciones o «copias» de Brasil, que produce un arte con características especiales.

«Como la paloma equivocada de Rafael Alberti, que quiso ir al norte y fue al sur -observó- esta desorientación ha permitido a los artistas brasileños una participación originalísima». Lamentablemente, cuando le preguntaron qué pensaba sobre el arte argentino, reconoció que no lo conocía. Le pidieron entonces su opinión sobre las obras del premio, a las que definió como «débiles» en comparación con las producciones «fuertes» de otras partes del mundo.

Encontró que dicha debilidad se condice con
«la debilidad institucional argentina en el campo de las artes visuales». «Si me invitan a curar una muestra, lo primero que curaría serían las paredes que están rotas» observó, en clara referencia a algunos museos porteños.

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