“Veo cierta hipocresía respecto de lo popular y que existe una romantización de esa cultura, pero al mismo tiempo se la degrada. Se miran con fascinación formas culturales de los países centrales y se denigra lo propio”, dice Alejandro Lifschitz, autor y director de “La changuita”, una obra que transcurre en un carrito de La Costanera. La obra versa sobre la crisis económica, la cultura del rebusque y la pérdida de identidad de una pareja de trabajadores.
"La changuita", una obra en un carrito de la Costanera que reflexiona sobre el rebusque y la pérdida de identidad
"La changuita" se presenta los viernes a las 20.30 en Fandango Teatro, con actuaciones de Javier Barceló, Graciana De Lamadrid, Alejandro Lifschitz y Aníbal Tamburri.
-
Debutó "Viuda e hijas" con Cárpena, Valenzuela, Callejón, Gala y Urtizberea
-
Agustín Rada, el mejor Willy Wonka para el musical de 2026 en el Gran Rex

Alejandro Lifschitz escribió y dirige “La changuita”.
Se puede ver los viernes de septiembre y octubre a las 20.30h en Fandango Teatro, Luis Viale y Acoyte, con actuaciones de Javier Barceló, Graciana De Lamadrid, Alejandro Lifschitz y Aníbal Tamburri. Conversamos con Lifschitz.
Periodista: ¿De dónde aparecieron tus ganas de meterte en el universo del puestito en Costanera Sur?
Alejandro Lifschitz: El puestito en Costanera Sur me resultaba muy atractivo por varios motivos. En principio, el dispositivo escénico que ubica al espectador dentro del carrito, con la ventana de despacho hacia el fondo del escenario, obliga a los personajes a dar la espalda al público al momento de atender. Me parecía muy sugerente generar una especie de espejo deformado: cuando el personaje está frente al público, le da la espalda a los clientes imaginarios, y viceversa. Ese juego espeja el mundo de la ficción con el público. También me divertía transgredir ese imperativo escénico clásico de “no darle la espalda al público”. Y, en lo poético, el ámbito del puestito me resulta cargado de una simbología vinculada a la cultura popular que me interesaba desplegar.
P.: ¿Por qué la nostalgia por el puestito de carne?
A.L.: La hipótesis de la obra es que este puestito es el único que mantiene la tradición histórica de la costanera, mientras que el resto de los colegas cambiaron hacia propuestas culinarias de moda, perdiendo la estética de lo popular. Este carrito intenta sobrevivir, pero la clientela se inclina por las otras opciones. Ese conflicto con el entorno habilita un simbolismo fuerte: la lucha de la cultura popular por sobrevivir. Y, al darse de este modo, se despliega con mucha ironía y sarcasmo.
P.: ¿Qué más dirías de la cultura popular argentina además del choripán y ese folclore?
A.L.: Me interesa mucho poner de relieve cierta hipocresía respecto de lo popular. Veo que existe una romantización de esa cultura, pero al mismo tiempo se la degrada; mientras, se miran con fascinación formas culturales de los países centrales y se denigra lo propio. El fútbol, el tango, la cumbia, Maradona, entre otros, están presentes en la obra y permiten jugar con esa contradicción permanente entre amor y desprecio.
P.: ¿Qué pasa con la moda, pasajera o no, de lo vegano que se vuelve cool? ¿Por qué ese mundo globalizado amenaza con volverse idiota?
A.L.: Más allá del veganismo en sí, que puede tener un fundamento genuino en el cuidado por los animales, existe también una moda “cool” que muchas veces parece impostada y cuyo principal objetivo es diferenciarse de lo popular. Tiene que ver con lo que mencionaba antes: cierto deseo algo cipayo, un envalentonamiento por reivindicar lo superficial y la inmediatez que proponen las redes sociales. Eso explica la frase sobre este mundo orgulloso de volverse idiota.
P.: ¿Qué otros temas aparecen además de la crisis económica, la cultura del rebusque y la pérdida de identidad? ¿Cuándo la escribiste y cómo se resignificó en la Argentina de hoy?
A.L.: Más allá de los grandes temas sociales, políticos o culturales, creo que la obra tiene una dimensión muy sensible de lo humano. Son personajes rotos, contradictorios, que pueden generar ternura, tristeza u odio al mismo tiempo. Eso habilita una teatralidad que se corre de cualquier solemnidad o bajada de línea. La empecé a escribir hace cuatro años y siento que la actualidad política y social le dio una vigencia muy potente a sus temáticas: la pérdida de la dignidad a cambio de algunos morlaquitos extranjeros, la presencia de las redes sociales ordenando un nuevo sentido común, y la lucha de la cultura popular por sobrevivir.
P.: ¿Cómo ves el teatro y la cultura?
A.L.: El teatro, en particular, y la cultura en general están atravesando un momento muy complicado por la situación económica y la falta de políticas públicas que la fomenten. Sin embargo, en Argentina hay una tradición muy potente que hace que en las crisis la actividad aflore con más fuerza. En lo personal, siento que se generan formas de habitar las relaciones, tanto entre quienes producen teatro como con el público, que tienen lógicas no capitalistas. Es decir, las decisiones no están direccionadas únicamente al beneficio económico, aunque, por supuesto, todos necesitamos vivir de nuestro trabajo. Esa lógica de producción en sí misma, más allá de cualquier discusión estética o temática, ya me parece un verdadero acto de resistencia en este contexto.
- Temas
- Teatro
Dejá tu comentario