29 de septiembre 2025 - 16:00

La mansión que parece salida de un cuento de hadas: así es el Castillo de Neuschwanstein ubicado en Alemania

Construido por Luis II de Baviera, quien fue considerado “El rey loco”. El apodo se debía a sus gustos y su forma tan particular de gobernar.

El castillo que inspiró el castillo de la Bella durmiente en Disney.

El castillo que inspiró el castillo de la Bella durmiente en Disney.

El castillo de Neuschwanstein es el que inspiró a Disney para el que aparece en La bella durmiente. Su construcción inició en 1869 y estuvo supervisada por el Rey Luis II de Baviera al que muchos llamaban “el rey loco”. La arquitectura de la edificación representa muy bien la visión romántica y excéntrica de este monarca.

La idea de Luis II era crear un lugar seguro personal en el que quedara plasmado su pasión por las óperas de Richard Wagner. El monarca logró rescatar de la pobreza a este gran artista ya que en varias ocasiones le dio la oportunidad de poner en escena sus obras.

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La historia del castillo de Neuschwanstein

Luis II de Baviera asumió el trono en 1864, con apenas 18 años, y pronto se refugió en un mundo de fantasía alejado de la política. De esa necesidad nació Neuschwanstein, concebido no como fortaleza defensiva, sino como un palacio de ensueño. Su construcción comenzó en los Alpes bávaros, cerca de Füssen, en un terreno montañoso que exigió tecnología muy avanzada para la época, como grúas de vapor.

El proyecto movilizó a más de 200 artesanos que trabajaron en tallas de madera, frescos y vitrales. La magnitud de la obra revolucionó la región, transformando pequeñas aldeas en centros de actividad laboral. Sin embargo, el costo superó los seis millones de marcos de oro, dejando casi vacías las arcas del reino.

Luis II apenas habitó el castillo durante menos de 200 días antes de ser depuesto en 1886. Con su muerte, la obra quedó inconclusa, con varias secciones sin terminar. Pese a ello, Neuschwanstein se convirtió en un ícono de Baviera y, con el tiempo, en uno de los destinos turísticos más visitados del mundo.

Hoy, el castillo inspira a millones de visitantes y hasta fue modelo para el de la Bella Durmiente en Disneyland. Se impulsa su candidatura a Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, destacando tanto su valor artístico como su impacto global.

El encargado del proyecto fue Christian Jank, un escenógrafo en lugar de un arquitecto tradicional. Esa elección marcó la diferencia: el diseño priorizó la fantasía sobre la funcionalidad, como si se tratara de un escenario teatral habitable. Luis II exigía que cada sala reflejara un poema de su mundo interior, siguiendo su obsesión por los mitos germánicos y las óperas de Wagner.

El estilo combina elementos neorrománicos, góticos y bizantinos. Entre los espacios más impresionantes destacan la Sala del Trono, inspirada en una basílica, con cúpula estrellada y mosaicos celestiales, y la Sala de los Cantores, adornada con murales de Parsifal y Lohengrin. Ambos ambientes materializan la fusión de religión, mitología y música que definían la visión del monarca.

Aunque evocaba un castillo medieval, Neuschwanstein incorporó adelantos técnicos revolucionarios. Contaba con calefacción central, teléfono, intercomunicador eléctrico, ascensores para vajilla y cisternas de agua caliente, lo que lo convirtió en una obra moderna para su tiempo.

Un cronista del Allgemeine Zeitung lo describió en 1873 como “una empresa colosal donde el rey vierte su alma en cada detalle”. Esa mezcla de romanticismo y tecnología lo convirtió en un ícono único del siglo XIX.

Luis II fue un monarca joven y melancólico, de espíritu artístico exquisito. Gobernó en plena industrialización, cuando Baviera transitaba de un modelo agrícola hacia uno moderno. Sin embargo, evitaba la vida pública, rechazaba las audiencias y prefería sumergirse en un mundo de fantasía que plasmó en sus proyectos arquitectónicos.

Su pasión por Wagner, los castillos y la estética romántica alimentaron la imagen de un rey excéntrico y egocéntrico. El gasto excesivo en sus construcciones desató tensiones con sus ministros, que lo acusaban de incapaz de gobernar con responsabilidad. Esto, sumado a su aislamiento social, lo llevó a ser apodado el “rey loco”.

En 1886, una comisión médica dirigida por el Dr. von Gudden lo declaró mentalmente incapaz, sin siquiera entrevistarlo. Fue internado en el castillo de Berg y, tres días después, apareció muerto en el lago Starnberg junto a von Gudden, en circunstancias nunca esclarecidas.

Su trágico final, a los 40 años, consolidó la leyenda. Para algunos, fue un rey atormentado por la soledad; para otros, un visionario incomprendido. Neuschwanstein permanece como su mayor legado: el testimonio de una vida vivida entre la genialidad artística y la tragedia personal.

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