29 de marzo 2023 - 00:00

Lo cotidiano impregna una atractiva exposición

“Del cielo a casa”, con la que el Malba inauguró su temporada, reúne unas 600 piezas de arte, diseño, documentos y objetos del siglo XX hasta hoy.

merengada gigante. La obra de Martín de Paola ilustra lo cotidiano.
merengada gigante. La obra de Martín de Paola ilustra lo cotidiano.

El Malba presentó su primera inauguración del año. “Del cielo a casa. Conexiones e intermitencias en la cultura material argentina”, es la atractiva exposición que, a través de más de 600 piezas de arte, diseño, documentos y objetos, explora, desde los principios del siglo XX hasta la actualidad, el contexto político, social y afectivo del país. Los objetos de uso cotidiano mayormente que descienden “Del cielo a casa”, tocan la sensibilidad, son un estímulo para la memoria y ponen frente a los ojos de todos, la dimensión inocultable de algunas virtudes de los argentinos. Allí están las “cosas” que provienen del pasado y –bien o mal- se encadenan con el presente. El Malba se convirtió en un lugar donde se puede rastrear la esencia de un país poblado de Norte a Sur por gente creativa y talentosa. Allí se descubren valores que suelen pasar inadvertidos. La muestra está colmada de testimonios que posibilitan mirar -desde el triste presente que nos toca- con cierta ilusión el futuro, y creer que “desde el cielo a casa”, justo cuando se cumplen cuarenta años del regreso de la democracia, podría descender algo que vuelva a alegrar la vida.

Frente a la sala de ingreso, flotan en el espacio las pelotas de goma Pulpo, un móvil de Daniel Joglar que remite a la infancia de gran parte de los espectadores. Quienes conocen al artista marplatense, recuerdan la emoción que suscitó hace unos años, su poética red de pesca realizada con rosarios luminosos de bajo costo. Luego, al ingresar a la sala se divisa el primer objeto de diseño, un pequeño auto Dinarg D-200 que ostenta la gracia de un juguete, junto al cartel de una parada de taxis, pieza que suscita las más diversas asociaciones y activa la memoria involuntaria, síntoma clave en la novela de Proust. Pero la magdalena de ayer se convierte en una Merengada gigante modelada por Martín Di Paola.

La búsqueda de un material representativo de los argentinos es un ejercicio compartido por los curadores, y está presente en los televisores, radios, vestidos, mesas, sillas, heladeras; carteles, cubiertas, lámparas, útiles escolares y juegos infantiles; una réplica en gran escala de la caja de fósforos Ranchera; un helicóptero fabricado en una pyme de Saladillo, el primero del hemisferio Sur; los cubiertos que fueron y acaso son, todavía, un típico regalo de casamiento; el humor grotesco de Florencio Molina Campos, el horno de pan que Víctor Grippo y Jorge Gamarra instalaron en la plaza Roberto Arlt; la imponente vidriera de la casa Harrods realizada por Batlle Planas y el barroquismo de las tortas de crema celeste y rosa de Alfredo Arias, con el libro de Doña Petrona C. de Gandulfo incluido. Un video del genial Tato Bores comparte espacio con una pintura donde se lee el texto “Misterio de Economía” del no menos genial Federico Manuel Peralta Ramos.

En medio de la sala levantaron la fachada pixelada de la peluquería Eros con el rostro de Natalie Wood, un buen ejemplo del nivel de excelencia del diseño argentino. En 1963, Fototrama, de Eduardo Joselevich y Fanny Fingermann, creó un mecanismo para llevar el pixelado de los medios gráficos a los carteles publicitarios. Cuando el galerista Leo Castelli, llegó a la Argentina con una muestra de Andy Warhol, invitó a Fingermann y Joselevich a exhibir sus trabajos en Nueva York. Ellos dijeron que no. Y ya se habían negado a exponer en el Instituto Torcuato Di Tella cuando fueron invitados por el propio Jorge Romero Brest. Y allí está la birome, la Pastalinda y el Magiclick; el instrumental quirúrgico de Curuchet, los carteles del Automóvil Club, las bellas publicidades de Fate, una zapatilla Flecha y algunas portadas de rock diseñadas por Juan Gatti. Marta Minujín le paga a Warhol la deuda externa con choclos, Marcos Zimmermann fotografía como nadie el Río de la Plata de y Adriana Lestido muestra el fenómeno de la invisibilidad de la Antártida.

El equipo curatorial de historiadores, diseñadores, arquitectos y editores (Sebastián Adamo, Leandro Chiappa, Gustavo Eandi, Marcelo Faiden, Carolina Muzi, Verónica Rossi, Juan Ruades, Martín Wolfson y Paula Zuccotti), explica el criterio etnográfico de una muestra multidisciplinaria, cuando escribe: “El entramado de objetos, espacios de vida y obra, teje una red de sentido ampliada: nos conecta emocionalmente con lo propio a partir de una porción de ese archivo de la vida común en el que el diseño, el arte, la industria y la historia se hibridan. Nos convocan a viajar a un pasado cercano, para conjurar nuevamente los sucesos y anhelos de futuro que allí se inscribieron”.

Para comprender el propósito de la exhibición, resultó crucial la conferencia “¿Qué cosas exactamente?” del escritor Martín Kohan, quien comenzó por citar a Fogwill. Contó entonces que un vendedor de guitarras eléctricas le preguntó a Fogwill si sabía algo del tema, y él le respondió: “Yo sé de cosas”. Kohan discurre sobre la vaguedad del término, sobre el límite de “la cosa en sí” para Kant, pero desnuda la intensidad dramática que puede alcanzar el término cuando lo utiliza Nabokov y Lolita expresa con la palabra “cosas” la sordidez que había vivido. Un sentido muy diferente cobra con Foucault en “Las palabras y las cosas” y casi obsesivo en las listas de Georges Perec. Pero ¿qué quiso decir Ortega con su arenga, “Argentinos, a las cosas”? “¿A qué cosas se refería el bueno de Ortega?” Kohan concluye al decir que ya se ha rescatado de la cosificación al sujeto, a los individuos, y se interroga: “¿y si fuese preciso hacerlo también con las cosas mismas?” Finalmente, justo es reconocer que a fines del siglo XX, durante la gestión de Teresa Anchorena el Centro Cultural Recoleta presentó la muestra “Siglo XX argentino. Arte y cultura”, que, si bien se diferenciaba por su concepción cronológica, mostró las “cosas” con la misma jerarquía que hoy les adjudica el Malba, como un punto de inflexión en la vida.

Las piezas provienen de colecciones públicas y privadas como el Museo de Arte Moderno porteño, la Fundación IDA, la Filmoteca Buenos Aires y el Museo del Cine.

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