La llegada de turistas internacionales a la Argentina continúa en retroceso. Según los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), el ingreso de viajeros del exterior registró una disminución interanual superior al 30% en los primeros ocho meses del año (en contraste con los argentinos que viajan al exterior). Esa merma se tradujo en un menor consumo en los principales corredores turísticos del país, con impacto directo sobre los restaurantes, bares y departamentos destinados al alquiler temporario.
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Menos viajeros del exterior: bares, restaurantes y alquileres temporarios operan con caída del 35% interanual
Dueños de negocios gastronómicos adoptan estrategias para sostener la actividad. Propietarios aceptan acuerdos anuales para no dejar vacíos sus departamentos.
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De acuerdo con el INDEC, en agosto de 2025 ingresaron 220.800 turistas no residentes, un 31,2% menos que en el mismo mes del año anterior. En el acumulado entre enero y agosto, las llegadas totalizaron 1,8 millones, lo que representa una caída del 29,8% interanual. El organismo estimó que el gasto promedio por visitante ronda los u$s10.000, lo que implica una fuerte merma de ingresos para destinos como Buenos Aires, Mendoza, Bariloche y el Litoral, donde el turismo extranjero solía sostener buena parte de la actividad gastronómica y hotelera.
La Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC) estimó que la ocupación promedio en el sector gastronómico se mantiene con una reducción del 35% respecto del año anterior, mientras que en los alquileres temporarios la caída llega al 40% (de acuerdo con inmobiliarias consultadas). El panorama muestra una retracción generalizada en los consumos asociados al turismo y al ocio, tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en otros destinos del país.
Estrategias ante la baja de consumo
Carlos Yanelli, representante de la Cámara de Restaurantes, explicó que la caída de la actividad acumula dos años consecutivos y responde a múltiples factores. “El porcentaje de baja está entre el 25% y el 35%, que se suma a una retracción similar del año anterior. Existen varios elementos que atentan contra la salud del rubro. Si bien transitamos un período desinflacionario, el costo de las mercaderías se incrementó más que el índice general de precios. Lo mismo ocurre con los servicios y los alquileres, que afectan de lleno la competitividad del sector”, señaló.
El empresario destacó que, pese al aumento de los costos, la mayoría de los establecimientos no puede trasladar los incrementos a los precios finales. “El consumo gastronómico está completamente deprimido. Hay una imposibilidad real de ajustar las cartas porque la demanda no valida valores superiores. Cada restaurante conoce a su cliente y ejecuta acciones para cuidarlo y captar nuevos: algunos ofrecen menús ejecutivos en días o turnos de bajo consumo, otros acortan la carta o aplican promociones con tarjetas. También se buscan acuerdos con proveedores, garantizando exclusividad o mejores condiciones”, detalló.
Cambios en los hábitos del consumidor
Pese a la crisis, Yanelli subrayó que la salida a comer continúa siendo una práctica arraigada en la cultura local. “El argentino gusta de reunirse, de compartir. Hay cierta ritualidad. Por eso, el consumidor se adapta: sale menos, comparte platos o se inclina por opciones más económicas. No toda la oferta gastronómica muestra la misma caída, pero el comportamiento cambió. Hoy las decisiones son más racionales y el gasto se mide con mayor cuidado”, explicó.
La Cámara de Restaurantes también advierte que el sector gastronómico suele ser uno de los primeros en sentir los efectos de la recesión y uno de los últimos en recuperarse. “Si se tiene en cuenta la cantidad de trabajadores que nuclea, debería existir una inquietud del sector público para acompañar con medidas paliativas. La crisis expulsó personal, muchas estructuras quedaron sobredimensionadas y eso las vuelve inviables. Los costos crecientes y una demanda deprimida derivan en un rubro más chico”, sostuvo Yanelli.
El turismo extranjero, un factor clave
La reducción del turismo receptivo es uno de los principales motivos detrás de la caída del consumo. En los primeros ocho meses del año, el ingreso de visitantes extranjeros se ubicó en su nivel más bajo desde 2021. Los turistas de Brasil, Chile y Uruguay —tradicionales motores de la demanda en el área gastronómica y hotelera— registraron disminuciones que afectaron directamente al movimiento en bares, restaurantes y cafés de las zonas turísticas.
“Argentina hoy no es un destino económicamente atractivo para el turismo internacional. La falta de viajeros del exterior explica en algunos casos hasta el 50% de la caída en la facturación de los establecimientos. En los barrios más vinculados al turismo, la merma de mesas ocupadas y reservas es notoria”, apuntó Yanelli.
Desde la AHRCC señalan además que los visitantes extranjeros solían impulsar el consumo de mayor ticket promedio, lo que amplificaba el impacto positivo sobre el sector. La reducción de ese público modificó el tipo de demanda y acentuó la dependencia del cliente local, más sensible a los aumentos y al contexto económico.
Propietarios y nuevas modalidades de alquiler
El efecto de la menor llegada de turistas también repercutió sobre el mercado de alquileres temporarios. Según Darío Rizzo, director de Alternativa Propiedades, el nuevo marco regulatorio impulsado por el DNU modificó la dinámica de los contratos. “El decreto trajo claridad al diferenciar los alquileres de corto plazo, de hasta 90 días y uso turístico, de los alquileres de mediano plazo, de tres a doce meses, que son los que más crecieron. Muchos propietarios migran hacia este formato porque ofrece estabilidad, buena rentabilidad y menos exigencias administrativas”, explicó.
El empresario señaló que los alquileres vacacionales cortos, orientados a turistas, dejaron de ser la opción más rentable. Indicó: “Aunque parecen más convenientes por día, la alta vacancia actual y los mayores costos de mantenimiento reducen el rendimiento real. En cambio, los contratos de tres a doce meses aseguran ocupación continua y menores gastos operativos. Por eso, muchos dueños hoy priorizan acuerdos anuales, aun a valores más bajos, antes que dejar los departamentos vacíos o enfrentar los costos de expensas sin ingresos”.
En barrios como Palermo, Recoleta y Belgrano, un alquiler tradicional de un dos ambientes ronda entre $750.000 y $1.150.000 pesos mensuales, mientras que un amoblado de mediano plazo con gastos incluidos se ubica entre $850.000 y $1.400.000, según la ubicación y el nivel de equipamiento. “La demanda de inquilinos locales aumentó mucho: profesionales, estudiantes o personas en transición que buscan flexibilidad. Este tipo de alquiler se consolidó como el punto de equilibrio entre rentabilidad y previsibilidad”, agregó Rizzo.
Un reclamo por medidas para sostener al sector
Yanelli, sostuvo que la caída del turismo receptivo “impacta de manera absoluta en los niveles de consumo y ocupación de bares, restaurantes y hoteles”. Explicó que la menor llegada de visitantes extranjeros deterioró la actividad hotelera y redujo la oferta gastronómica en cantidad de locales abiertos.
Consultado sobre qué medidas podrían revertir esta tendencia, planteó que “es necesario instrumentar acciones colectivas entre las entidades, las cámaras y el Estado”.
Enfatizó que la gastronomía es una industria dinámica, con alto nivel de empleo y gran incidencia en las economías urbanas. “Nuestro rubro es altamente dinámico y conlleva una fuerza laboral intensiva”, añadió.
La crisis del consumo y la reducción del turismo configuran un escenario de contracción que atraviesa a toda la cadena de valor. Los empresarios gastronómicos y del rubro inmobiliario coinciden en que el público local se convirtió en el principal sostén del movimiento, aunque con un gasto más medido y selectivo.
Yanelli resumió el panorama con una reflexión sobre la necesidad de políticas que impulsen la reactivación general. “El rubro gastronómico no es una isla. No se sale solo. Debe haber una recuperación de la economía en su conjunto. La gente que antes destinaba parte de sus ingresos a salir a comer hoy los usa para pagar servicios, medicina prepaga o impuestos que subieron más que la inflación. Mientras eso no se equilibre, el consumo seguirá deprimido y los restaurantes deberán seguir adaptándose”, concluyó.
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