14 de octubre 2008 - 00:00

"Una recesión mundial luce, a esta altura, inexorable"

El periodista dialoga con el experto en mercados mundiales, quien se escuda con el seudónimo de Gordon Gekko, protagonista de la película «Wall Street». Señala que «una recesión mundial luce, a esta altura, inexorable». En ese sentido, indica que «quizás haya que reforzar los planes que hoy parecen más que suficientes». Además, asegura que el esquema de garantías públicas británico debería funcionar. «Llevará tiempo borrar el escozor de las últimas semanas, pero debería abrirse un pacífico compás de espera. Una tregua», afirma.

Una recesión mundial luce, a esta altura, inexorable
Periodista: Hubo dos cumbres europeas en Parísseparadas por una semana.Una irrelevante y otra, el último domingo, que resultó decisiva. La crisis apretó y forzó definiciones. Nadie hubiese imaginado un liderazgo británico o europeo tomando el toro por las astas. Y con éxito.

Gordon Gekko: El mérito es de Gordon Brown. Gran Bretaña ocupó el vacío que dejó la administración Bush. La reunión del G-7, el viernes último sólo sembró palabras. Y una enorme preocupación. Hacía falta ir más allá, y Brown era el único que tenía preparada una acción inmediata. Cuando manda el pánico, los celos no interfieren. Los líderes europeos entendieron que debían encolumnarse detrás de su iniciativa.

P.: La recapitalización de tres de los principales bancos de la City fue la medida concreta.

G.G.: Cuatro. Porque Barclays también está en el paquete,aunque no haya recibido todavía fondos públicos. Y lo hará si no cubre sus necesidades con los aportes negociados con inversores privados. Pero, además, hay otras cuatro instituciones en lista de espera para repostar capital. Todas las grandes, salvo HSBC.

P.: Los temores sobre la solvencia de los bancos británicos deberían archivarse. El crédito interbancario tendría que fluir nuevamente y, de su mano, el crédito al resto de la economía.

G.G.: Esa es la idea. Las garantías públicas de las deudas bancarias hasta tres años son un elemento de peso para despejar el panorama. No es casualidad que los demás países europeos también las hayan adoptado. Con un plazo límite aún mayor: cinco años.

P.: ¿Cree que el esquema funcionará?

G.G.: ¿Por qué no? Ataca el corazón del problema. Llevará tiempo borrar el escozor de las últimas semanas, pero debería abrirse un pacífico compás de espera. Una tregua.

P.: ¿Qué piensa que harán los EE.UU.?

G.G.: Lo mismo. Hoy (por ayer) se cerró el acuerdo entre Morgan Stanley y Mitsubishi UFJ. Finalmente, los japoneses invertirán los u$s 9.000 millones en acciones preferidas.

P.: ¿A la Warren Buffet?

G.G.:
Tal cual. Hasta con igual cupón de renta: 10%.

P.: La suerte de Morgan Stanley era una de las espadas de Damocles sobre los mercados. Su destino se solucionó sin que tuviera que desembarcar el Tesoro.

G.G.: No creo que los japoneses hubieran seguido adelante sin la convicción de que Morgan Stanley es capaz de sobrevivir las presiones. Y acá, sí o sí, talla el Tesoro. Su posición no vale nada si la crisis jaqueara a la firma como lo hizo con Lehman o con las dos grandes agencias hipotecarias. Imagino que tendrán una media palabra del Tesoro que los habrá convencido de abrochar el negocio sin esperar un compromiso formal de capitalización.

P.: ¿Piensa que EE.UU. redireccionará el paquete de u$s 700.000 millones para darle prioridad a fortalecer el patrimonio de la banca en vez de orientarlo a la adquisición de activos en problemas?

G.G.: Debería, pero dudo de que la compra de acciones se lleve la parte del león. A menos que la crisis embista de nuevo y, de prepo, así lo exija.

P.: La reacción de las Bolsas es un espaldarazo para las iniciativas de los gobiernos. Nunca la estatización de los bancos gozó de tamaño predicamento en los mercados de capitales. ¿Durará?

G.G.: Debería montarse una tregua. Como se produjo cuando la Fed y el Tesoro rescataron a Bear Stearns. Entonces, se instaló la convicción de que los grandes bancos no iban a caer y ello permitió que recibieran, como ocurrirá ahora, una oleada de capital fresco.

P.: Pero todo el mundo sabe cómo terminó esa experiencia. No se sostuvo mucho tiempo.

G.G.: La inyección de capital será más vigorosa. Y, con la nacionalización como trasfondo, hay un pagador a mano que, si hace falta, puede subir las posturas.

P.: El escepticismo reinantetambién es más profundo.

G.G.:
Estoy de acuerdo. Pero, en cierto punto, se desbocó. La tormenta de los mercados se convirtió en un fenómeno muchísimo más terrible que la propia crisis inmobiliaria y de las hipotecas que se invoca como su principal motivo. El temor a un colapso tomó las riendas. Nada explica mejor la caída vertical de las Bolsas que la liquidación a mansalva de posiciones. Asistimos al mayor «margin call» (exigencia de reposición de garantías) de la historia. Estuvimos a pasos del abismo. Pero la realidad es que se evitó el colapso. Así que hay un espacio para que se asiente la calma y ensayar una recuperación.

P.: No lo discuto. Pero nada asegura que no se trate de un descanso efímero.

G.G.: Como ocurrió con la tregua post-Bear Stearns, la evaluación definitiva de la situación requiere tiempo. En una crisis de platos rotos, no basta con encontrar quien se haga cargo de la factura por los destrozos. También hay que dejar de romper la vajilla. Sabemos que la crisis extendió sus dominios más allá de las hipotecas. Y una recesión mundial luce, a esta altura, inexorable. Si resulta profunda, lloverán nuevas facturas. Quizás haya que reforzar los planes que hoy parecen más que suficientes. Esa es la clave a develar en los próximos meses.

P.: ¿Piensa que habrá alguna iniciativa fiscal para contener los efectos de la recesión?

G.G.: No me sorprendería en absoluto. En los EE.UU. debería surgir con acuerdo del próximo gobierno. Y servirá para darle sustento al período de tregua.

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