En forma casi silenciosa, pero también sin pausa, la situación económica y financiera internacional comienza a hacerse más y más compleja. Muy cerca en el tiempo, pero ya lejos en los hechos han quedado los días de “piloto automático” en los cuales había un abrumador consenso de los principales analistas de Wall Street y la Reserva Federal que en conjunto pronosticaban un escenario sin inflación ni tasa de interés positiva por todo el futuro a la vista. Y eso que todo el futuro a la vista para la economía norteamericana significa en realidad varios años.
Wall Street en un cruce de caminos
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Wall Street cerró a la baja y con volatilidad tras esperado recorte de tasas de la Fed
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Efecto Fed: Wall Street cerró a la baja en una jornada irregular
Se trató de una memorable época financiera para el recuerdo la de la primera parte de la pandemia. Si se hace memoria, se recordará que primero hubo una crítica situación en la que la baja en las cotizaciones de las acciones hizo temer un “crack”. Y luego, la acción salvadora de una política monetaria aún más superexpansiva que la que estaba vigente y un paquete de ayuda fiscal de tamaño sin precedentes lograron el milagro de hacer remontar el valor de las acciones a niveles anteriores a la caída. Todo, en un lapso tan corto de tiempo que ningún analista lo podría haber previsto a inicios de la expansión internacional del coronavirus.
Fue así que con la decisión explicita de aumentar las compras de bonos públicos y privados hasta llegar a u$s120.000 millones al mes, como mínimo, por tiempo indefinido y promesa de tasas en cero hasta fines del 2023, como fecha muy cercana, la bolsa en vez de registrar una fuerte baja terminó subiendo nada menos que 22% de niveles prepandemia a los vigentes actualmente, a pesar de las previsiblemente malas perspectivas de ventas en vastos sectores. Todo un record.
Una sola palabra basta para describirlo: asombroso. Aún en comparación a todos los records anteriores que había vivido Wall Street que venía de redondear una suba del 75% acumulado en solo cuatro años. La singularidad de la suba de las acciones de 2020 y 2021 es que la misma se da en circunstancias en las cuales muchísimas empresas registraron muy bajas ganancias a consecuencia de la caída en el consumo y la inversión que la pandemia implicó. Esa es la causa principal por la cual esta vez existen los temores a que esto sea una “burbuja” que pueda pincharse de una manera implosiva, en vez de desinflarse.
Y aunque recurrentes, esta vez esos miedos parecen más fundados que las otras tantas veces del pasado en las cuales se previeron crisis accionarias que finalmente no ocurrieron. El gran problema es que las crisis accionarias en Wall Street suelen no ocurrir. Pero cuando ocurren o bien se revierten en forma inmediata -como fue el caso de la crisis inicial simultánea al nacimiento de la pandemia- o bien están destinadas a provocar un desastre de proporciones mundiales como lo fue la crisis de Lehman Brothers de 2008/2009.
Venimos entonces de una confortable época en la cual las políticas fiscal y monetaria estadounidense y de muchos otros países fueron casi un pecho materno del cual el mercado se abasteció, alimentó y creció casi sin ningún esfuerzo. Ahora, cuando todavía falta un tranco de incierta duración hasta el final de la pandemia, las cosas comienzan a complicarse. Hace días se develó el índice de inflación al consumidor del mes de junio en Estados Unidos. El mismo fue del 0,9% tanto en su versión más abarcadora como en la que excluye alimentos frescos y energía.
El índice anual acumulado en el año en su versión “core” registró un alza ya cercana al 5% en el año, el cual puede traspasarse en breve. El valor más alto en más de 30 años. Este rebote inflacionario hace temer a algunos de los principales analistas de Wall Street que la vuelta a tasas de inflación indomables y resistentes a bajar esté a la vuelta de la esquina. Y reclaman retirar sin demora grandes dosis de base monetaria revirtiendo la compra de bonos públicos y privados con las cuales la Reserva Federal alimentó la suba accionaria y el aceptable nivel de actividad que a pesar de la pandemia pudo experimentarse en Estados Unidos. Es la primera vez en muchos años en la cual las expectativas financieras en Wall Street están fuertemente polarizadas con dos sectores enfrentados con posiciones muy antagónicas.
En este contexto, el jefe de la Reserva Federal, Jerome Powell, expresó que aún no es momento de cambiar el rumbo de la política monetaria. Algunos datos que proporciona la realidad sustentan esa vía de acción que aún propone la Reserva Federal. Ocurre que el desempleo es alrededor de dos puntos superior al anterior a la pandemia y muchos sectores económicos todavía se encuentran en una situación de gran debilidad por la prolongada recesión sectorial que han vivido. Eso hace que los demás miembros del directorio de la Reserva Federal se hayan encolumnado detrás de Powell, aunque parecen entreverse algunas fisuras que todavía no se han hecho públicas y que por lo tanto no parecen aún ser relevantes.
En otras circunstancias, este grado de unanimidad bastaría por completo para dar por terminado el tema y pasar a otra cosa. Pero en las actuales circunstancias no es así. Ocurre que aunque la Reserva Federal desestima las cifras del índice de precios al consumidor el cual nunca fue una variable a la cual se le dio demasiado peso en la elaboración de la política monetaria, está perdiendo uno de sus argumentos más importantes para justificar seguir con una política monetaria superexpansiva.
Y ese argumento es que el índice inflacionario que tradicionalmente sí sigue mucho la Reserva Federal, y en el cual basa buena parte de la política monetaria, el Personal Consumption Expenditure Index (PCE) que por razones técnicas demasiado extensas para explicar aquí suele tener un sesgo bajista y otorgar menores guarismos inflacionarios que el tradicional IPC, también está registrando subas importantes que lo colocaron, en mayo, con un alza altamente inusual del 3,9% con respecto a mayo de 2020, cuando hasta hace un trimestre no podía despegarse demasiado del 1 % anual.
El diagnóstico es muy claro entonces para los analistas de Wall Street llamados “halcones”: en Estados Unidos ha renacido la inflación. Si bien la Reserva Federal acaba de admitir esta suba de precios, también predice que la misma será transitoria, que es solo un inevitable “salto” de precios posrestricciones pandémicas, que no se va a constituir en algo a repetir más allá de unos breves meses y que en dos o tres reuniones del Comité Monetario de la Reserva Federal (FOMC) quedará en el olvido. Según esta la línea de pensamiento, dejar atrás las restricciones que produjo la pandemia es la verdadera causa de este salto que predicen como solo un normal -y hasta saludable- rebote de los precios destinado a autocorregirse si es excesivo aún con tasas de interés en cero y persistentes compras de bonos de u$s120.000 millones mensuales con emisión monetaria a seguir realizándose por la Reserva Federal.
El punto a dirimir entonces es si el Comité Monetario de la Reserva Federal (FOMC) tiene o no tiene razón en esta predicción que realiza. Si tiene razón, entonces es posible que de aquí a seis meses estemos en una situación similar a la actual, pero con la economía internacional uno o dos peldaños mejor que ahora, y los mercados emergentes en general, un poco más. Pero si la predicción de la Reserva Federal llega a ser fallida y la inflación sigue de largo con guarismos que no descienden muy fuerte y rápidamente de los actuales niveles -como los “halcones” de Wall Street predicen- entonces estaremos todos los países en vías de desarrollo en graves aprietos. Y en algunos casos puntuales, muy graves aprietos.
Sucede que para bajar en Estados Unidos una inflación que trepó más allá del 3%-3,5% anual y que ya desborda el 4% anual a valores del 2% anual que son los que en promedio persigue la Reserva Federal por dictado de su Carta Orgánica, se necesita subir las tasas de interés de manera sostenida y pronunciada por un período que no sería breve esta vez. Al respecto, no hay que olvidar que desde la crisis de 2008/2009 la inflación amagó dos veces con subir lo que hizo que en ambas oportunidades Powell y su gente empezaran a aumentar los rendimientos. Apenas la Reserva Federal subió las tasas unos pocos peldaños, la situación se complicó tanto para los activos financieros como para la propia economía norteamericana que amenazó con un rápido retorno a una recesión profunda y a un derrumbe accionario.
Sucedió dos veces en menos de una década, con rebotes inflacionarios mucho menores a los actuales guarismos, y apenas las tasas comenzaron a despegar. Ambas veces hubo que dar rápidos cambios de rumbo y volver a bajar las tasas. Dio resultados porque se trataba de una inflación aun lo suficientemente baja como para volver a una situación normal con un mero enfriamiento económico de un par de trimestres. Sin embargo, esta vez quizás estamos en presencia de algo muy distinto.
La diferencia interpretativa entre los “halcones” de Wall Street (Fink, El Erian, etc.) y la Reserva Federal marca la existencia de un verdadero cruce de caminos que va mucho más allá de lo verbal. Es un cruce de caminos real. Hora de ajustarse los cinturones, porque la velocidad aumenta. Mirar hacia atrás marea y causa vértigo. Wall Street subió 110% en promedio en solo 5 años... ¿Podrá seguir subiendo, o al menos mantenerse en tal inusual contexto?
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