12 de septiembre 2001 - 00:00
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P.: Vargas Llosa anda trás esa historia...
A.S.: Se dice que ha enviado investigadores a Colombia, y el rumor es que está trabajando en el borrador de un novela...
P.: El tema de la película «La Virgen de los Sicarios», usted lo trató en su primer libro...
A.S.: En el año '90 publiqué «No nacimos pa' semilla», con biografías de jóvenes ligados al sicariato, fenómeno muy fuerte a partir de 1984. Luego han salido otros libros en Colombia sobre ese tema y por lo menos otra película importante, «Rodrigo de no futuro». «La Virgen de los Sicarios» tiene la ventaja de estar muy bien hecha técnicamente, Schroeder es un gran director y mantiene la fuerza narrativa de Vallejo, quien ha sido un tremendo provocador, un ánimo crítico muy profundo de la cultura antioqueña. Su estilo irónico da enorme dramatismo al film.
P.: ¿Qué hay de verdad en lo que cuenta el film?
A.S.: La facilidad para matar o morir es un signo típico de esa generación desesperanzada de jóvenes de un origen muy humilde. Ante un Estado que no les responde y políticos corruptos, se vinculan con quienes les dan acceso a un mundo nunca imaginado de consumo. Es el consumo al extremo, hasta la vida es un objeto de consumo, fugaz, instantáneo. El tema de la homosexualidad es la parte de ficción de Vallejo, un homosexual declarado que aprovechó para provocar también con esto. Hay psicoanalistas que publicaron ensayos sobre sicariato y homo-sexualidad. No sé si Vallejo llegó a conocerlos y le sirvieron para su novela.
P.: Antes de pasar a Escobar, usted publicó «Mujeres de fuego».
A.S.: Biografías de mujeres, de la izquierda a la derecha, relacionadas con distintos aspectos de la violencia colombiana: guerrilla, desaparecidos, narcotráfico, milicias urbanas de grupos de auto-defensa de la población. Las feministas dicen que las mujeres nos van a salvar, pero si bien en las estadísticas las mujeres no están muy relacionadas con la violencia, como victimarias o víctimas, uno descubre que comparten activamente esos universos, no hay una genética femenina que las salve, aparecen involucradas. Además, someten su escala de valores a la ambición. Establecen un modelo de relación, muy exigente en el consumo (ropa, salidas, etcétera) sobre todo para jóvenes que están fuera de los niveles básicos de vida y quedan fuera del mercado del amor. Es notable cómo en Colombia las Reinas de la Belleza se vinculan al narcotráfico. Esto muestra que no es tan fácil de declarar que, la violencia en mi país es algo puramente masculino.
P.: En «La parábola de Pablo» da espacio a múltiples voces, desde reinas de la belleza a los militares que realizaron la caza de Escobar...
A.S.: Escobar es un personaje muy atrayente, un demonio con muchas facetas, eso le otorga una ambigüedad emocional en su relación con la gente.Yo debí tomar distancia. Tanto por la situación tan difícil que vive Colombia, como por el propósito del libro, lo mejor era que el narrador no juzgara, sino que los protagonistas se juzgaran unos a otros. El texto va tejiendo las diversas versiones. El narrador sólo hace de facilitador.
P.: ¿Tuvo algún modelo de referencia? ¿Todo narrador colombiano se tiene que medir con García Márquez?
A.S.: García Márquez es nuestra salvación y nuestra tragedia. Mi trabajo no buscó altares tan altos. Por otra parte, en Colombia hay ya una tradición de periodismo narrativo. Germán Castro Caicedo, uno de los primeros, ha logrado hacer una crónica histórica y social muy interesante. Alfredo Molano, con la técnica de testimonios, ha ayudado a entender lo que sucede en las regiones de las selvas y la Amazonia. Laura Restrepo ha logrado fusiones entre periodismo y literatura. Ellos han forjado una tradición. A la vez, estamos iluminados por el «nuevo periodismo» norteamericano. Repasé «A sangre fría» para desentrañar claves que usó Capote y que busqué emplear en mi trabajo. La gente juzgará.
P.: Los libros sobre Escobar van del apologético «Mi hermano, Pablo» a los que enfatizan su criminalidad...
A.S.: El libro de Roberto Escobar quiere reivindicar la inteligencia, agudeza y habilidad de su hermano. A su vez «Killing Pablo» se esmera en mostrar la fuerza de la intervención de los organismos norteamericanos contra Pablo Escobar como gran criminal, creo que es un poco exagerado. Yo sentí que me encontraba con un personaje esquizofrénico, como si por el mundo anduvieran deambulando Pablos distintos. La gente cercana lo describe como a un ser romántico, especialista en la música de los '60, exageradamente cariñoso con su mujer y sus hijos, e implacable a la hora de ordenar detonar algo sin importarle las víctimas. Era un megalómano, pero fraccionado, que va evolucionando a lo largo del tiempo. Desde el inicio emprende acciones criminales, nadie puede estar en la mafia sin ser criminal. Pero luego ensaya ser un personaje importante en el país por la vía política. Es cuando despliega sus acciones sociales, que son limitadas, y no el mito popular posterior de que les dio casas a todos los pobres. No es cierto. Hizo algunas, pero eso se destacó porque otros con tanto o más dinero no lo habían hecho.
P.: ¿Cómo se hace para vivir en Colombia entre secuestros, sicarios, narcos, guerrilla?
A.S.: No es fácil, pero en la ciudades hay una sensación de normalidad muy extraña, no hay trincheras en cada esquina. La dolce vita fluye. Creo que es un modo de resistencia ante la violencia, pero peligroso porque puede significar resignación. La violencia está siendo ahora una interferencia real al desarrollo económico, mucha gente está saliendo del país, y se está llegando a una fase crítica.
P.: ¿Se pensó que muerto Escobar se acababa el narcotráfico?
A.S.: Con su muerte y la detención del Cartel de Cali, que eran los dos grandes grupos, se dio una recomposición, una especie de descartelización del tráfico. Hoy hay muchos grupos, pero más interrelacionados con otros países, con mafias del este de Europa, con las mafia gallega, italiana, mexicana y japonesa, se da una transnacionalización. Según los norteamericanos, Colombia sigue exportando 80 por ciento de la cocaína que se consume en el mundo. Pareciera que es posible derrotar a los narcotraficantes, pero no al narcotráfico.
P.: ¿Cómo murió Escobar?
A.S.: Murió muy solitario. Como mató a narcotraficantes, se puso en contra a todos los narcotraficantes. Creo que, básicamente su muerte se debió al enfrentamiento entre mafias, que el Cartel de Cali y otros narcos de Medellín se unieron para enfrentarlo. Luego los Pepes colaboraron con el organismo del Estado creado para combatirlo, la Fuerza de Elite, y con la DEA y la CIA. Pero, al verse aislado era más difícil encontrarlo. La versión general es que tomaron por asalto la casa; la de la familia, que se suicidó; la de la policía, que le dispararon desde la calle y lo mataron. Hay una tercera versión, que quedó herido y lo remataron. Nadie quería vivo a Pablo Escobar.
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