23 de agosto 2007 - 00:00

"El gobierno arma un Festival pero sigue agrediendo al teatro"

Ricardo Bartís: «Ni a Telerman, ni a Lopérfido, ni a O’Donnellles interesó la cultura. A veces nos quieren cerrar un teatroporque falta la máquina de preservativos en el baño. Claro,nosotros no movemos el dinero de los restaurantes».
Ricardo Bartís: «Ni a Telerman, ni a Lopérfido, ni a O’Donnell les interesó la cultura. A veces nos quieren cerrar un teatro porque falta la máquina de preservativos en el baño. Claro, nosotros no movemos el dinero de los restaurantes».
A punto de iniciar una gira por Europa con «De mal en peor» (Festival de Otoño en París, Toulouse y Girona), el director Ricardo Bartís se encuentra ensayando en el Sportivo Teatral una versión de «Hedda Gabler» de Ibsen, que estrenará a fin de año, y un trabajo de su autoría, «La pesca», coproducido por el Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires. Se verá como «work in progress» dentro de dicho Festival los días 10, 12, 17 y 19.

Para este nuevo proyecto Bartís se arriesgará a abrir un pozo de tres metros de diámetro en la sala principal del Sportivo, además de ampliar a cien el número de espectadores (algo inédito en su producción). Pero no se lo ve muy entusiasmado. Casi con furia habla de la situación que siguen padeciendo las salas independientes: «Viendo la publicidad del Festival de Buenos Aires parecería que el teatro de la ciudad pasa por un momento esplendoroso, pero la mayoría de los espacios donde se hace el Festival corren el riesgo de ser cerrados, corridos por los inspectores municipales y con dificultades enormes para sobrevivir».

Periodista: ¿Su sala también está en peligro?

Ricardo Bartís: Sí, estamos esperando que vengan los inspectores municipales para pegarles, y que intervenga la policía. Es la única manera de que la Secretaria de Cultura se haga cargo y asuma la responsabilidad política de cerrar nuestra sala. Porque eso es lo que quieren: que no existamos más. A Telerman no le interesa la cultura en lo más mínimo, como no le interesó a Darío Lopérfido ni a Pacho O'Donnell. Todos han demostrado, sistemáticamente, una falta de conocimiento absoluto de nuestra actividad y una total falta de respeto.

P.: ¿A qué se refiere?

R.B.:
A que nos piden cualquier cantidad de estupideces para el funcionamiento. Cada vez nos acorralan con más y más exigencias, cuando a duras penas podemos solventar los gastos de servicios y mantenimiento. El teatro argentino es reconocido en el mundo gracias al sector independiente y la verdad es que no hay tantas oportunidades en las cuales uno pueda sentir orgullo de ser argentino y defender la camiseta en el exterior. Sin embargo, a nadie le importa que existamos.

P.: ¿Usted sabe por qué?

R.B.: Porque no movemos mucha plata. Acá, en Palermo, está lleno de restaurantes en infracción con sus chimeneas tirando chispas para todas partes. Pero como en esos lugares hay dinero y coimas, nadie los va a clausurar. En cambio, cierran los teatros por no tener una máquina de preservativos.

P.: Hablemos de sus obras. ¿Va a haber una cuarta temporada de «De mal en peor»?

R.B.: No, ya cumplimos con nuestro acuerdo interno de bajarla después de esta gira europea. Ya es el tercer año que se exhibe, siempre a sala llena, pero como yo veo todas las funciones, esto me impide pensar en otros proyectos. Por eso baja a fines de septiembre.

P.: ¿Por qué lo del pozo en medio de su sala?

R.B.: «La pesca» transcurre en el subsuelo de una fábrica abandonada, a la altura de Juan B. Justo al 4500, por arriba del entubamiento del Maldonado. Durante los años '60 las infiltraciones del arroyo han llenado de agua ese lugar y esto hizo que un grupo de jóvenes fundara un club de pesca bajo techo que se llamó «La gesta heroica». Allí plantaron tarariras provenientes del sur de Entre Ríos. Después vino lo que vino y ese lugar quedó vacío. Las aguas bajaron y sólo quedó un gran charco que comunica con el tubo central del arroyo. Ya en los '80, algunos «miembros fundadores» regresan a pescar las tarariras sobrevivientes, que se han degenerado por la ingesta de aguas tóxicas. Ahora son unos monstruos que triplicaron su peso y su tamaño. Ahí comienza el mito de las «tarariras titán».

P.: ¿Durante el Festival sólo va mostrar los ensayos?

R.B.: Sí. Vamos a mostrar unos cuarenta minutos de obra. Nosotros recién empezamos a ensayar en el mes de julio y calculo que estrenaremos la puesta completa a fin de año.

P.: ¿Qué lo llevó a dirigir Hedda Gabler?

R.B.: Siempre supimos que no era un material afín a nuestro lenguaje, pero nos presentaba una serie de problemas muy interesantes de investigar. Respetamos totalmente el texto de Ibsen, sólo cortamos algunas cosas y agregamos unas pocas líneas para darle una mayor entidad intelectual al personaje de Lovborg (ex amante de la protagonista). Es una obra dificilísima por eso nadie la dirige. La única experiencia real acá en Buenos Aires fue la puesta de Alberto Ure, de 1974, protagonizada por Norma Aleandro, y ya pasaron más de 30 años.

P.: Es una sorpresa verlo dirigir una obra de Ibsen haciendo chistes.

R.B.: Sí, somos gente que se divierte enormemente en los ensayos. Yo actúo mucho cuando dirijo, hago todos los personajes de la obra... esto se ve en el documental «Final de obra» (estrenado este año) que filmó Toti Glusman mientras ensayábamos «De mal en peor». La alegría que hay en nuestros ensayos tiene que ver con el orgullo de actuar. Es una fuerza, una potencia poética sustraída en la realidad que la actuación pone en juego.

Entrevista de Patricia Espinosa

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