31 de diciembre 2020 - 00:01

La fotografía, el testigo más fiable para volver a pensar la historia

Una notable producción que toma como base los daguerrotipos y fotos del pasado nacional.

Huella. Uno de los más conocidos daguerrotipos del general San Martín.

Huella. Uno de los más conocidos daguerrotipos del general San Martín.

“Hace tiempo cayó en mis manos el libro de Luis Príamo “Los años del daguerrotipo”, y a partir de ese descubrimiento me obsesioné por contar los inicios de la fotografía en la Argentina”. Darío Schvarzstein dice a este diario que hacer una serie documental para TV sobre este tema siempre le pareció una utopía, pero que estuvo desde hace una década escribiéndola y anotándola en varios concursos, hasta que en 2017 “La huella de la imagen” ganó un concurso del INCAA y este año se convirtió en una de las mejores series documentales del canal Encuentro. La serie se sigue emitiendo todos los domingos, y a partir del 4 de enero estará íntegramente disponible en la plataforma Contar.

“Es interesante cómo, a pesar de que la cantidad de fotos y daguerrotipos que existen, no se empezaron a estudiar y catalogar debidamente hasta la década de 1980”, agrega Schvarzstein. “Príamo estudiaba en la escuela de cine de Santa Fe en la época de Fernando Birri, quería hacer un documental a base de fotos antiguas, y descubrió que todo el material santafesino estaba en el Archivo General de la Nación, en Buenos Aires. Entonces comenzó a buscar fotos, pueblo por pueblo. Luego se conectó con gente que aparece en la serie, como Abel Alexander, el tataranieto de uno de los primeros daguerrotipistas argentinos, que había sido borrado de la historia familiar porque era masón y los demás católicos. Gracias a estas fuentes empecé a atar cabos sobre cómo organizar una serie, y la armé en 8 episodios que tratan temas distintos, como el surgimiento del daguerrotipo, los siguientes procesos que permitían negativo y positivo, y por lo tanto copias en papel, episodios históricos como la Guerra del Paraguay y la Conquista del Desierto, y el uso tecnológico de la fotografía, por ejemplo en los prontuarios en la Policía Federal”.

Schvarzstein, que anteriormente codirigió dos documentales junto con Andrés Di Tella, “Ojo en el fuego” y “Máquina de sueños” tiene muchas anécdotas sobre los personajes y el material que terminó formando parte de la serie. “Christiano Junior, un fotógrafo portugués que, como la mayoría de los fotógrafos del siglo XIX, eran extranjeros, un poco alquimistas, un poco comerciantes, otro poco artistas, además de ser un maestro de la técnica se propuso hacer un estudio artístico documental de toda la Argentina, que no terminó. Hay vistas, costumbres, retratos de oficios; todo lo revelaba en su cuarto oscuro ambulante. Había un gran ojo para el oportunismo comercial ya que la fotografía era una sensación. Por ejemplo, una casa uruguaya acompañó toda la Guerra del Paraguay para luego vender álbumes de “la guerra ilustrada”, con un tipo de publicidad que insinuaba que ver las fotos era como estar en la guerra. La Guerra del Paraguay fue el primer conflicto bélico en ser fotografiado en nuestro país, siguiendo el ejemplo de la guerra de Crimea y sobre todo de la Guerra de Secesión norteamericana, que había sido ampliamente fotografiada por Matthew Brady”.

Lo que más le interesa a Schvarzstein, tal como se ve en “La huella de la imagen”, es la estrecha relación entre los avances tecnológicos de la fotografía y la consolidación del Estado argentino. “Al principio, los daguerrotipos eran solo para la elite. Un retrato en daguerrotipo costaba unos seis salarios de un empleado de comercio. Por eso, sólo empezaron a retratarse los héroes libertadores como San Martín en su vejez, y luego próceres como Sarmiento, Las Heras o Bartolomé Mitre”. En la serie hay fotos de los exiliados de la época de Rosas en países vecinos, todos con sus peinados y vestuario anti-rosistas, y también la famosa foto de Sarmiento ya muerto, pero sentado en su escritorio como si aún trabajara “siguiendo hasta el final el lema de que era un luchador incansable”, dice el director, quien también señala que “a Rosas no le gustaba el daguerrotipo porque al no poder reproducirse no le servia como imagen política, prefería los cuadros que lo pintaban de modo ideal y luego de podía copiar a través de procesos como la litografía. Pero a la que le encantaba la fotografía era a su hija Manuelita, dado que al vivir exiliada en Inglaterra le servia para mandar fotos a sus amistades en el país e iba actualizando su imagen”.

Justamente, uno de los episodios más interesantes de “La huella de la imagen” es el que describe el paso del daguerrotipo, que era una foto única metálica, al papel a través del colodión húmedo que permitía el negativo-positivo “Hay que imaginar lo que fue ese cambio”, explica Schvarzstein. “Antes un daguerrotipo carísimo derivaba en un solo retrato, y con el nuevo proceso, y unos lentes complejos, una persona de clase media iba a retratarse y le daban seis o doce copias, e incluso podía ir a pedir más copias después. Así nacieron los álbumes de fotos y las llamadas cartas de presentación, ya que las fotos podían mandarse por cartas: el cliente tenía su especie de Facebook fotográfico”.

El director confiesa que el episodio que más le costó armar fue el de la Conquista del Desierto. “Roca fue acompañado por un fotógrafo italiano, Luis Pozzo, que lo retrataba heroicamente sin que hubiera señas de violencia en ninguna foto, lo que automáticamente desde la imagen lo convierte en el villano de la historia”. El que más le gustó es el del “uso de la fotografía en los prontuarios policiales, que demuestra cómo la fotografía y el estado se potenciaban mutuamente”.

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