2 de mayo 2005 - 00:00

Pioneros catalanes en el arte del diván

El director Joaquín Oristrell (der.) y el actor de su película «Inconscientes», Juanjo Puigcorbé,en marzo último en el Festival de Mar del Plata.
El director Joaquín Oristrell (der.) y el actor de su película «Inconscientes», Juanjo Puigcorbé, en marzo último en el Festival de Mar del Plata.
Una de las comedias que más divirtió en el último Festival de Mar del Plata fue «Inconscientes», del catalán Joaquín Oristrell, con psicólogos de hace un siglo enredados en un misterio policial que incluye perversiones varias y hasta un viaje a la Argentina. El film, que mañana tendrá una función avant-première auspiciada por este diario, se estrena el jueves en el país. En el curso del festival, dialogamos con el realizador:

Periodista
: ¿Cómo afloró a su conciencia el tema de «Inconscientes»?

Joaquin Oristrell: Es un leivmotiv de mis films, como «¿Por qué le dicen amor cuando quieren decir sexo?», «El amor perjudica seriamente la salud». Me planteo la lucha razón/sinrazón, frío/ caliente, consciente/ inconsciente. La eterna lucha entre la cabeza y el corazón, para otros la cabeza y el estómago. Quizá mi faceta de hombre un tanto reprimido me sirve para exorcizar mis demonios con el cine, en esa aparentemente inocente forma de comedia.


P.:
Muy buena la división en capítulos («Tótem y tabú», «Envidia del pene»), etc. ¿Cree que con el tiempo la usarán con fines didácticos?

J.O.: La dividí así en capítulos porque quería que tuviera un perfume literario. Era como hacer un homenaje a la tesis del personaje de León Pardo en la película. La mujer histérica, 4 casos. El inconsciente, 5 ejemplos.


P.:
¿Qué dicen los psicólogos, a favor, y en contra?

J.O.: Con los que he hablado, he tenido francamente mucha suerte. Todos la disfrutaron, y celebraron la visión humorística que se da de su profesión. Que un personaje, un pobre alienado al fin y al cabo, cuestione a Freud y sus teorías, no deja de tener un punto crítico que a toda persona con inquietud intelectual le apetece.

P.:
Acaso, como dice el personaje de Freud a su oponente, «¿Es usted discípulo de Jung?»

J.O.: No me considero discípulo de nadie en el terreno del conocimiento psiquiátrico. No es mi materia, aunque sí materia de la historia. Diríamos que, en general, soy bastante ecléctico. Pillo de todos los sitios y lo mezclo en mi batidora particular. He leído a Jung, igual que he leído a Freud, a Frömm y a otros muchos.


P.:
¿Cómo mira usted esos tiempos positivistas de hace casi un siglo?

J.O.: Hay veces en que miro al pasado con cierta nostalgia. Nostalgia absurda porque el pasado que añoro es exactamente el que no he conocido. El de principios del siglo XX, con toda esa gente deseosa de aprender más, de descubrir los secretos del hombre y del mundo, me atrae especialmente en oposición al mundo actual donde creo que prima el éxito sobre el conocimiento y donde la gente cree que ya lo sabe todo, o por lo menos todo lo que interesa. También creo que en esa época, la gente culta hablaba mucho menos de dinero. En cuanto a la gente pobre, esa, lamentablemente, está por encima del bien y del mal, y también del paso del tiempo.


P.:
¿Qué aportó cada libretista,incluyendo a los señores Wilde, Livingstone-Stanley, y algunos otros que no figuran en los créditos?

J.O.: He colaborado varias veces con Teresa de Pelegrí y Dominic Harari. Son excelentes colaboradores. Partimos siempre de una idea que aporto yo y trabajamos a la par. Me resulta difícil decir o señalar qué es de cada quien. Pienso que un guión es el resultado del conjunto. En la práctica hacemos juntos el argumento, o la escaleta (el esquema), en intensas jornadas de trabajo, y luego ellos escriben una versión, yo otra sobre la suya, una penúltima juntos y la definitiva mía. En cuanto a Wilde, ya sea Oscar o Billy, sin duda ellos han sido fuente de mucha inspiración para la película.


P.:
¿Piensa publicar el guión? ¿Con llamadas a pie de página, a cargo de doctos historiadores, sicólogos, y opinólogos?

J.O.: No tengo intención, aunque es probable que se edite porque hay un acuerdo con una editorial, el ministerio español de Cultura, y las productoras, y muchos de los guiones que he escrito se han publicado. Soy partidario de que salgan para uso de profesionales y sobre todo de estudiantes o estudiosos, pero también pienso que leer guiones es una de las cosas más aburridas del mundo.


P.:
Y del psicoanálisis, ¿qué piensa realmente?

J.O.: Que abrió una puerta decisiva para el hombre. También, que el descubrimiento del inconsciente fue un gran golpe al narcisismo del ser humano. En sí podría decirse que una frase conclusiva de la película sería: « Conócete a ti mismo, sí, pero no demasiado».


P.:
Usted ha escrito abundantes guiones sobre la relación entre hombres y mujeres. Al escribirlos, releerlos, y/o verlos en pantalla, ¿qué aprendió de usted mismo?, ¿y qué aprendió de las mujeres?

J.O.: Escribiendo y, sobre todo, viendo cine y leyendo he aprendido muchísimo de mí mismo y de los demás. Escribir es una terapia para mí, un vaciado. Lo disfruto, lo sufro, y forma ya parte de mí. De las mujeres he aprendido a conservar las cosas, no especular con lo ajeno, ser más generoso,comprender a todos y saber que cada uno es como es y que un hijo no puede ser una sucursal de un padre. Con ellas he aprendido el amor, la amistad y, en muchísimos casos, la decencia. Son cualidades que en los hombres también existen pero ocultas por esa compulsión de triunfo y ansiedad que nos transmiten generaciones anteriores. En cualquier caso éste es, estoy convencido, el siglo de las mujeres.


P.:
Ultima pregunta. Hace mucho, mucho tiempo, ¿usted no estaba con Los Parchís?

J.O.: ¡Es cierto! ¡Yo trabajécon Los Parchís! Compuse para ellos, y los acompañé a la Argentina como su profesor de música, cuando hicieron dos películas. Una fue en las cataratas del Iguazú, la otra en un teatro de Buenos Aires. Recuerdo especialmente al director Mario Sabato, que firmaba con seudónimo, y al cómico Javier Portales, siempre agradable.


P.:
¿En esa época conoció el tango y el fanatismo por el psicoanálisis, que son dos motivos de su película?

J.O.: Mis personajes quieren ir a la Argentina, 'donde no hay psicoanalistas', según dicen. Hay un dato histórico. Bajo la dictadura de Primo de Rivera, muchos analistas españoles vinieron a instalar aquí sus consultorios. Pero todavía no había prendido esa dedicación que hoy caracteriza a tantos porteños. Lo otro, el tango que se oye al final de mi película, pertenece al músico Sergio Moure.


Entrevista de Paraná Sendrós

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