22 de agosto 2000 - 00:00

"PSICOPATA AMERICANO"

¿Q ué diferencia hay entre «Jack el destripador» y un psicópata de Wall Street? Que en el primer caso se habla simplemente de «mente criminal», y a nadie se le ocurriría echarle la culpa a la neblina de Londres o a las condiciones de trabajo estresantes y competitivas que pudieran existir entre los adoradores de meretrices. En el segundo caso, en cambio, el asesino suele convertirse en condenatoria y demagógica metáfora social: las intenciones del autor le ganan a la clínica. Con «American Psycho», la novela sensación de Bret Easton Ellis de 1991 que muy tardíamente llegó al cine, existió siempre la tentación de saltear la personalidad del criminal y concentrarse en las expresiones patológicas de su entorno, el de los tiburones «yuppies» que compiten a diario por la calidad de su ropa, autos y propiedades, por el poder que tienen para reservar una mesa en los restoranes más exclusivos con apenas unas horas de anticipación, y hasta por el tipo de papel y tipografía que emplean en sus tarjetas de presentación.
La última de estas «justas» suele ser disparadora de los instintos asesinos de Patrick Bateman (
Christian Bale), vice-presidente de una compañía de brokers entre cuyas aficiones figura la música de Phil Collins y la decapitación de prostitutas (profesión no excluyente, como se verá). Pero sus «pasajes al acto» no llegan a alcanzar la misma fuerza de persuasión que los de algunos de sus legendarios predecesores.
Los rituales de Bateman no son los de Norman Bates, el protagonista de «Psicosis» de
Hitchcock, cuyos crímenes se basaban en la representación (se creía su madre) y no en la codicia. Bates era un psicópata puro. Bateman, al menos como lo expone el libro, es -en principio-un asesino menos interesante simplemente porque la inseguridad y la codicia son motivaciones menos interesantes; sobre todo, cuando una historia se vale de ellas para deslizar mensajes recriminatorios contra la sociedad del dinero, la falocracia o el gobierno republicano de Reagan y el rostro pesadillesco de la prosperidad.
Sin embargo, cuando el film se separa de ese enfoque y se atreve a ingresar en el teatro privado de su protagonista (lo hace algunas veces), la altura se eleva y el sangriento drama atrae más.
Bale, ex niño prodigio de «El imperio del sol», de Steven Spielberg, es un actor convincente y logra una estupenda caracterización de su psicópata. La escena con su compañero y futura víctima como la agónica y extensa secuencia con las dos prostitutas están muy bien planteadas.

Límites

La falta de límites, ese campo de cultivo de criminales que no distingue al Bronx de Wall Street, se reconoce también en algunas de sus acciones -con excepción de un arrepentimiento bastante poco psicopático del que se beneficia su secretaria. Estilísticamente, «Psicópata americano» también está muy lograda y tiene estupendas escenas nocturnales, que sirven bien al desarrollo de la trama.
Pero la resolución, que se hace cargo de la lección del libro (todos somos asesinos, a nadie le importa nada), vuelve a ensombrecer el relato con una ambigüedad contradictoria con el realismo dominante, y que le resta algo de vigor al film (al igual que a la investigación que lleva adelante el detective
Willem Dafoe). En algunos argumentos, es un poco arriesgado enfrentar al espectador con cierto tipo de dudas sobre lo que estuvo viendo hasta ese momento, aunque la moraleja a la que se quería llegar quede demostrada.

Dejá tu comentario

Te puede interesar