19 de febrero 2023 - 19:48

Carlos Alcaraz, campeón del Argentina Open: el triunfo del nuevo paradigma del tenis

El español se consagró campeón del ATP de Buenos Aires en una nueva muestra del avance de una nueva generación que hace de la potencia y la precisión un arte. El tenis parece haber entrado en una nueva fase.

Carlos Alcaraz campeón del Argentina Open. El español paseó su amplio repertorio de recursos por Buenos Aires.

Carlos Alcaraz campeón del Argentina Open. El español paseó su amplio repertorio de recursos por Buenos Aires.

Télam

El tenis es un deporte en constante evolución que, como se suele decir, cambia su matriz cada 15 o 20 años. La esencia es la misma, pero busca variantes para encontrar un nuevo camino hacia la victoria. A partir de la llegada de ciertos jugadores, con Carlos Alcaraz a la cabeza, el circuito ATP parece haber entrado en una fase de súper tenistas que despliegan armas sin precedentes y con una precisión asombrosa.

La elección del murciano, reciente campeón del Argentina Open tras vencer 6-3 y 7-5 a Cameron Norrie, no es casual. Cuando en 2022 logró el título en el US Open y ascendió al N°1 del mundo con sólo 19 años –el más joven de la historia-, el ATP Tour le dio la bienvenida a un recambio generacional que no se trataba meramente de una nueva camada de apellidos ilustres, sino la exagerada profundización del paradigma imperante.

Alcaraz atravesó un período de inactividad producto de una lesión en el abdomen, a finales de 2022, y en la pierna derecha a comienzos de esta temporada. Su regreso al tenis fue durante el centenario torneo de Buenos Aires que acaba de finalizar y en el cual mostró todo su repertorio, con momentos de lujos y otros de dudas, pero siempre con un recurso a mano.

El actual número 2 del ranking generó fascinación en las tribunas del BALTC. La potencia de sus tiros y la velocidad de pelota parecen, por momentos, sobrenaturales. Pero es la precisión la que hace la diferencia entre los mejores del mundo y el resto de los mortales: los tenistas de elite no erran pese a la violencia de sus golpes. Y esa condición, al verlo en vivo, deja una imagen de incredulidad en el público.

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Alcaraz, Stefanos Tsitsipas, Andrey Rublev, Holger Rune, Felix Auger-Aliassime, Jannik Sinner y hasta el propio Francisco Cerúndolo son ejemplos del tenis actual, moldeados para ser tanques de guerra con un poder de fuego descomunal. Acaso Matteo Berrettini sea el prototipo del jugador del momento: altura, prepotencia física, impactos cargados de furia y rendimiento en todas las superficies.

Esta irrupción de nuevos monstruos que llegaron para arrasar provocó que los jugadores formados con estilos que hoy lucen vintage entren en un período de incertidumbres. “Yo mismo noto que me está costando, tengo que ser sincero. Soy de otra época, entonces veo las cosas de manera diferente a estos chicos, que llegan, piensan y juegan de otra manera”, le decía haces unos días Fabio Fognini a Ámbito.

El italiano es un fiel exponente de tenistas con una sensibilidad especial para competir, con argumentos que lindan el lujo y una creatividad diferente. Ante este panorama, atletas de este grupo empiezan a carecer de alternativas para contener a los Mike Tyson de las raquetas: sólo resistir con los guantes en alto y que los golpes peguen contra los antebrazos y aguanten todo lo que puedan.

“Es importante, hay que intentar poner al otro en problemas. La potencia y la precisión es lo que más lo hacen. Hoy hay una alta precisión en todo los golpes. Es como el ajedrez”, le dijo el campeón del Argentina Open a este medio.

Los únicos dos deportistas que parecen tener un relativo control de la situación son dos superestrellas que, en el tramo final de sus carreras, aún batallan para dirimir quién será considerado el mejor de la historia: Novak Djokovic y Rafael Nadal. Particularmente el serbio conserva el status de dios todopoderoso del tenis que concluirá su reinado una vez que él lo decida y no porque alguien lo ponga de rodillas.

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Es cuando enfrentan al número 1 del mundo que la generación biónica merma su rendimiento, y no alcanza el frenesí tenístico para desbordarlo. Se trata de una cuestión mental: “Nole” infunde respeto y, por momento, terror.

Resulta lógico que este grupo de bombarderos haya comprendido que, en tiempos de superficies con velocidades estandarizadas, en las que el césped tiene un pique más alto, el polvo de ladrillo le dio más celeridad a las bolas y que desaparecieron las carpetas ultra rápidas bajo techo, la ganancia pasaba por otro lugar. Si el piso no otorga la ventaja, entonces debe darla la fuerza de cada uno, y los jóvenes lo comprendieron a la perfección.

La fuerza, la velocidad de tiros, el despliegue físico y la abrumadora precisión de estas figuras fue un tema recurrente tanto en el Argentina Open como en el circuito todo. Una vez más, el tenis traspasó los límites y llegó a una nueva era en la que, al menos por un tiempo, será adaptarse o abandonar el camino. Mientras tanto, el adalid de esta generación celebra con el mate que compone el trofeo del ATP de Buenos Aires. Carlitos está de vuelta.

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