18 de octubre 2001 - 00:00
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Antonio Carrizo.
Carrizo recuerda: «Con los patrones uno tenía un trato maravilloso. Eramos compa-ñeros aunque ellos fueran millonarios y nosotros empleados, eran profesionales de la televisión. Yo sentía por ellos gran admiración, eran empresarios que arriesgaban su propia plata y tenían gran intuición». Claro que no todo era «intuición» ni Romay o García eran videntes sino que la televisión se iba haciendo y apren- Viene de Tapa
diendo en la propia experiencia cotidiana.
Pero no sólo se transformó la estética televisiva sino también su estructura: de la intuición se pasó a los rigurosos estudios de marketing de medios y a las determinantes planillas de rating. Antes eran los patrones quienes le bajaban el dedo a los programas, o que los sostenían y le daban más oportunidades si creían en ellos. Ahora deciden el rating y los anunciantes, atentos al encendido que se registra minuto a minuto. Muchos fueron los programas levantados abruptamente en los últimos años por no cubrir las expectativas de audiencia.
En cualquier programa de televisión actual -que no sea en vivo-es clave el trabajo de postproducción, donde el editor «sube» a su PC todo el material audiovisual, lo transforma en un nuevo producto y lo «baja» a la lata que emitirá el canal. Pero semejante uso y abuso de la imagen era impensable en épocas en que noticieros, musicales y teleteatros se hacían en vivo.
«Con el tema del grabado y el vivo yo venía advirtiendo que un día el público confundiría la realidad con la ficción. Y ocurrió cuando Alberto de Mendoza se cayó por el balcón en la ficción. La gente salió a la calle gritando que se había matado; Carlos Dagostino, gerente general de Canal 9, me dijo: «Yo sabía que iba a pasar una desgracia»; Tinayre vino en bata a los gritos; se desmayó la mujer de Alberto de Mendoza porque nadie le había advertido. La razón por la que decidíamos salir en vivo era que nos gustaba jugarnos, era más divertido y arriesgado: recuerdo un actor que renunció en vivo y dijo al aire: «estudiarse 120 páginas en 3 días es inhumano», y se escapó del canal en pijama», relató Guerrero.
Y continúa con la coyuntura actual: «No puedo culpar a Tinelli que es un excelente conductor o a Susana que es muy simpática por hacer cosas que están fuera de lugar, porque se contagian de los demás. El Comfer está obsoleto, tiene un interventor que no puede hacer nada y el organismo sigue intervenido porque la ley vigente indica que debe estar integrado por las Fuerzas Armadas».
Entretanto, estas son las opiniones que merece la televisión de nuestros días por parte de dos históricos del medio: «Ya lo decía Jaime Yankelevich y también Armando Discépolo, 'Guarda muchachos, con la televisión estamos entrando en la casa de la gente'. Pero ahora se puede ver cualquier cosa, buenos periodistas de radio dicen malas palabras 'porque queda piola y moderno'. ¿Cómo puede verse a un chico salido de un reality show conduciendo un programa infantil? ¿Cómo pueden mostrar en esos programas a dos chicas haciendo caca? ¿Y la estupidez de los noteros jóvenes? Esperan a las vedettes y a las mode-los y cuando alguna vez les toca entrevistar a María Rosa Gallo o Alfredo Alcón no saben qué preguntarles. Jorge Luz dijo algo muy cierto: «A nosotros, los viejos, ni nos conocen», señala Guerrero.
Carrizo expresó: «Marcelo Tinelli, lo mejor que puede hacer es seguir con sus programas, porque entretienen. Con respecto a los reality shows, no son tales, porque están guionados y sus actores no saben actuar, el mejor momento es cuando duermen».
Gravedad
Desde un punto de vista más grave, en los últimos días hemos asistido a una nueva peculiaridad de la televisión global: a su tecnología de punta y el debut de canales digitales en Europa debe añadirse la utilización de la televisión como un arma crucial en la nueva contienda bélica. El terrorismo se valió de este medio para transmitir en vivo el choque del segundo avión contra las Torres Gemelas y Osama bin Laden utilizó la pantalla para dar sus discursos al mundo, mientras el gobierno norteamericano solicitaba a las principales cadenas abstenerse de emitirlos. La mayoría de los canales europeos rechazaron el pedido amparándose en la libertad de expresión y en el derecho a la información.
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