27 de agosto 2007 - 00:00

"El jazz está dejando de ser música de élite"

GustavoBergalli:«Llegué aEstocolmo unpoco decasualidad. Serargentino ymúsico de jazzno da buenachapa, pero mefue bien. Y aquíestoy, con unaorquestapropia».
Gustavo Bergalli: «Llegué a Estocolmo un poco de casualidad. Ser argentino y músico de jazz no da buena chapa, pero me fue bien. Y aquí estoy, con una orquesta propia».
"Que terminara viviendo en Suecia fue casual. En realidad, yo tenía aquí un grupo del que participaban dos músicos suecos. En un momento ellos se volvieron a su país y, al poco tiempo, me llamaron ofreciéndome ir a vivir allá, con un buen contrato y con muchas posibilidades de desarrollarme artísticamente". La aventura europea del trompetista argentino Gustavo Bergalli comenzó hace mucho tiempo. Se radicó en Estocolmo y vivió allí por treinta años. Hace poco más de dos que está viviendo nuevamente en Buenos Aires, pero de aquella experiencia a quedado una formación -la Stockholm Jazz Orchestra, que fundó hace dos décadas junto con su colega trompetista Fredrik Noren, y con la que tocará el próximo viernes en el teatro ND/Ateneo.

«Es una orquesta de la que participan músicos jóvenes que están entre los mejores de Suecia, un país con una muy importante tradición jazzística. Es un organismo autónomo, aunque recibe subvenciones del estado sueco».

Periodista: Siendo músico de jazz, tal vez hubiesen sido mejor los Estados Unidos...

Gustavo Bergalli: Y... en un principio Suecia no es el lugar que un músico de jazz elegiría, pero me encontré con un medio apto para esta música. Yo tenía familia y Suecia además me ofrecía la posibilidad de cierta estabilidad. Es una sociedad con muchas posibilidades económicas. Eso hizo que llegaran permanentemente músicos de jazz, de todas partes de Europa, por supuesto, pero también de los Estados Unidos.

P.: Lo describe muy idílicamente. ¿Fue tan así?

G.B.: Por supuesto que, para un extranjero, siempre se hace difícil el lugar que sea. Además, ser músico de jazz y argentino no es precisamente una chapa que abra grandes puertas. Pero afortunadamente pude trabajar en comedias musicales al principio y después ya decididamente en el jazz. Y al tiempo de estar allí fundamos la orquesta con Fredrik.

P.: Reformulo la pregunta. ¿Por qué decidió irse de la Argentina?

G.B.: Cuando me fui la cosa se estaba poniendo fea para los músicos de jazz. Yo pertenezco a una generación que fue muy buena y que marcó una época. Pero después llegó el rock y el jazz pasó a un lejano segundo plano y se transformó en música de élite. Si a eso le sumamos una situación política que terminaría con la dictadura militar, ahí están las causas de mi mudanza.

P: Suele hablarse de un resurgimiento del jazz en Argentina; muy especialmente en Buenos Aires. Usted que ha estado tanto tiempo afuera, ¿lo considera realmente así?

G.B.: Hay una nueva generación, músicos que andan por los 40 años, que están muy bien formados, que tuvieron la posibilidad de escuchar en vivo a los grandes, de relacionarse con maestros importantes, de acceder a libros y discos. Y por supuesto estoy de acuerdo en que hay un resurgimiento; fundamentalmente si lo miramos en comparación con tiempos en los que el jazz prácticamente había desaparecido.

P.: Pero simultáneamente se está dando cierta división, no siempre declarada públicamente, entre jóvenes y viejos, o entre «renovadores» y tradicionalistas. ¿Cómo lo vive?

G.B.: Claro que percibo esa división generacional y de estilos. Y eso es lo que más me preocupa. Porque no entiendo ni los a que se interesan en lo último olvidándose de la tradición ni a quienes hacen lo contrario. En Europa o en los Estados Unidos eso no pasa. Los grandes músicos conocen perfectamente la tradición y tienen una larga lista de «standards» en su repertorio. Es que, en realidad, conocer los «standars» es casi una obligación para cualquier músico de jazz, porque es lo que le va a permitir un punto de partida común con cualquier otro colega, de cualquier parte. En todo caso, después estará en la capacidad de cada uno cómo se los toca. Me parece que hay mucho snobismo y una especie de xenofobia musical y eso le hace olvidar a algunos que la música es toda. Se supone que la música es un acto de amor. Yo, personalmente, me intereso mucho por lo que hacen mis colegas, independientemente de su estilo o de su edad, y toco frecuentemente con ellos sin problemas. Lo demás, son rencillas de conventillo.

P.: Para su concierto en Buenos Aires con la orquesta, propone una mezcla de tango y jazz. ¿Cómo conviven dos géneros aparentemente tan distintos?

G.B.: Antes de contestarle, me gustaría decir que esta será la primera vez que la Orquesta de Jazz de Estocolmo tocará en la Argentina, y que la llegada fue posible sólo gracias a la gestión del Embajador en nuestro país que se lo tomó como un desafío personal. En cuanto a la pregunta, yo no creo que sean géneros tan lejanos; podríamos decir que son primos segundos. De hecho, hay raíces africanas comunes, en la habanera, en la milonga. Con el tango pasó que, después de Piazzolla, se hizo muy difícil hacer algo nuevo; y aun hoy podemos verlo. Entonces, me parece que la búsqueda en el tango se puede hacer incorporándole nuevos timbres y, especialmente, la improvisación. Así que haremos temas de Troilo, de Piazzolla, de Carlos Franzetti y míos, pensados y arreglados con esa lógica, de ampliar el abanico del tango con elementos del jazz, y del jazz incorporándole melodías que perfectamente pueden ser trabajadas como si fueran «standards».

Entrevista de Ricardo Salton

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