A fines de octubre de 1992, James Carville garabateó en una pizarra “La economía, estúpido”. La idea del asesor (entre otras dos: “cambio vs. más de lo mismo” -¿le suena?-, “no olviden la salud”) era que los integrantes de la campaña presidencial de Bill Clinton no perdieran el foco.
Joe Biden, en su peor momento y el nacimiento de la "Mileinomics"
Nunca antes un presidente norteamericano ingresó en un proceso re-eleccionario viviendo una situación económica tan buena y con un apoyo popular tan pobre. Pocas veces el futuro Argentino dependió tanto de quien sea el próximo presidente de EE.UU.
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González Urrutia confirmó su presencia en la asunción de Donald Trump
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El mensaje de despedida de Biden: "Ahora es el turno de ustedes de hacer guardia"
Pergeñada para consumo interno, la frase se convirtió inmediatamente en el slogan de la campaña (ahora como “Es la economía, estúpido”), impulsando la victoria de Clinton.
De alguna manera, lo que originalmente era nada mas que un recordatorio estratégico, terminó convirtiéndose en la principal explicación detrás del voto: “la gente vota con el bolsillo”.
Sin negar que esto a veces ocurre (en 1978 Ray C.Fair publicó “The Effect of Economic Events on Votes for Presidents y viene ajustando su modelo economicista -a partir del cual se desarrollaron infinidad de otros modelos- con cada elección; según la última medición ve a Biden llevándose el 51.5% del voto popular y a Trump el 48.5%), como en los casos del propio Clinton o Alberto Fernández en 2019 , esto es un fenómeno que tiende a darse más por la negativa: cuando la situación económica es muy mala o apunta a serlo, la necesidad de un cambio aumenta , aunque esto implique un riesgo.
La evidencia, en condiciones socioeconómicas normales o buenas, es que los votantes tienden a hacerlo mayoritariamente por cuestiones éticas (por el bien de los demás o a favor de ciertas causas), por una cuestión de deber (porque creo que es lo correcto), por una cuestión de pertenencia (siento que formo parte de una comunidad y de algo más grande que yo mismo), recién en cuarto lugar por cuestiones egoístas (porque obtengo un beneficio económico) y en el último por la búsqueda de la aprobación social.
Lo más seguro es entonces decir que la gente vota por un mix de razones, algunas materialistas y otras no, por lo que cualquier explicación que excluya de la discusión los valores morales lleva las de perder. El punto es si sienten que están frente a condiciones socioeconómicas normales o no.
Los consumidores, a un paso de su mejor momento
La situación de los norteamericanos pocas veces estuvo mejor que ahora, la desocupación está debajo del 4%; la economía ha venido creciendo, el FMI acaba de elevar su proyección del crecimiento norteamericano de 2.1% en enero a 2.7% (mayor a la de cualquier otra economía desarrollada); el gobierno, vía un déficit fiscal del 6.4% -que solo promete crecer- continúa inyectado dinero en el bolsillo de los consumidores;, el S&P500 y el Nasdaq trepan más del 8% en lo que va del año, etc.
Pero los norteamericanos no están contentos.
En las ultimas semanas la realidad parece comenzar a darles la razón: el PBI del primer trimestre mostró un crecimiento de 1.6%, cuando se esperaba 2.5% (3.4% en el último de 2023); el Gasto de los Consumidores (PCE) lo hizo 2.5% debajo del estimado 2.8% (3.3% del Q4,2023); el Índice Núcleo de precios del Gasto Personal (un favorito de la FED) creció 3.7% en abril, por encima del 3.4% del consenso; se agregaron apenas 175,000 empleos no agrícolas el último mes, un mínimo en seis y debajo de los 243,000 esperados; la tasa de desocupación creció de 3.8% a 3.9%; el sector de servicios se contrajo por primer vez y al mínimo desde diciembre de 2022 (el ISM, bajó a 49.4 pts); el Sentimiento de los Consumidores de la U.de Michigan cayó a 77.2; la tasa de las hipotecas lleva seis semanas consecutivas de suba a 7.22% anual, la semana pasada la FED decidió no reducir su tasa de referencia (hasta el 10 de abril Biden insistía que la recortaría) y podríamos seguir.
El fracaso de las “Bidenomics”
En el último trimestre de 2022, las predicciones eran que los EE.UU. entrarían al año siguiente en un proceso recesivo . Tras conocerse que el PBI del primer trimestre de 2023 estaba debajo de lo esperado (1.1% frente a un consenso de 2%; al final fue ajustada a 2.2%), los Republicanos comenzaron a burlarse a partir de mayo, de la política económica del presidente con el término “Bidenomics”
Durante las primarias de 1980 George Bush se había mofado del plan de Ronald Regan, llamándolo “Voodoo Economics” -una política económica irrealista y mal asesorada, que busca mantener un nivel elevado de gasto público, mientras se reducen los impuestos-. Ante el éxito del plan, que sacó a los EE.UU. de la estanflación y lo puso en el camino de un firme crecimiento, Paul Harvey -la estrella radial de la época- comenzó a hablar de la “Reganomics”. Con esto Harvey no solo se ganó un sitio en los textos de economía, sino que inventó una manera de definir a las políticas económicas no ortodoxas de los presidentes (¿debiéramos hablar de “Mileinomics”?).
La recesión de 2023 nunca llegó y los Demócratas compraron para si la idea de las “Bidenomics” convirtiéndola en eje de su campaña eleccionaria: si la economía iba bien, no importara como, Biden tenía asegurada la reelección. Hasta la primer quincena de noviembre del año pasado esto pareció funcionar.
A fines de abril, la gente de Gallup, la mas antigua y prestigiosa encuestadora de los EE.UU., publicó su compulsa trimestral sobre el nivel de aprobación a la gestión presidencial. No solo la aceptación al trabajo de Biden caía de manera casi ininterrumpida desde que asumió (de 57% a 38%), sino que es la más baja para el 13 avo trimestre de cualquier presidente norteamericano desde al menos 1956 y solo Jimmy Carter promedió menos durante el tercer año de mandato.
Esto no escapó a los asesores de Biden que en los últimos tiempos comenzaron a hacer más hincapié en temas como el aborto y la defensa de la democracia, y menos en las “Bidenomics”
Faltan seis meses
Seis meses… 182 días, para la elección presidencial del 5 de noviembre y mucho puede pasar.
En lo que va del año, las encuestas han ido desde 11 puntos arriba para Trump hasta 6 para Biden. En promedio los agregadores (538, RCP, The Economist, Político, etc.) vienen dándole al expresidente 2 puntos más que al actual.
La diferencia no es mucha y cae dentro del margen del error estadístico. Pero tiene una trampa.
En 2020 Joe Biden sacó 81.3 millones de votos y Donald Trump 74.2 millones -hasta las encuestas previas Biden había sido sobrestimado, 56.6% a 43.4%, siendo 52.3% a 47.7%-, consiguiendo 74 votos más en el Colegio Electoral, que es quien decide quién será el presidente de los EE.UU. durante los siguientes 4 años.
Estos votos en el Colegio surgieron de su victoria en Arizona, Georgia y Wisconsin, donde obtuvo unos “insignificantes” 44,000 votos de más (que le aportaron los 37 electores con los cuales Trump le hubiera “empatado”). Estos tres estados, junto a Michigan, Nevada, Pennsylvania y North Carolina (este es el único en el que Biden no gano en 2020) son los que se conocen como los “swing states” y que a pesar de comprender menos del 10% de la población del país, son desde hace años donde se decide el resultado de las elecciones.
Según la gente de 538/WSJ Trump lidera en todos: en Michigan (15 electores) por 1.4/3 puntos, en Pennsylvania (19) por 1.9/3 puntos, en Wisconsin (10) por 2.7/0 puntos, en Arizona (11) por 3.2/5 puntos, en Nevada (6) por 5.1/4 puntos, en Georgia (16) por 5.9/1 puntos y en Carolina del Norte (16) por 6.4/6. En todos estos estados la visión negativa sobre Biden supera a la positiva por al menos 16 puntos y la economía es su principal preocupación (35% frente a un promedio nacional de 19%). En todos estos estados los más desilusionados con Biden son los negros, los hispanos y los jóvenes, quienes fueron la clave de su victoria hace cuatro año.
De darse estas proyecciones Trump obtendría en noviembre, al menos 43 electores más que Biden, haciéndose de la presidencia.
Los apostadores
En la Presidencial yanqui de 2016 se canalizaron unos u$d 500 millones de apuestas a quien sería el ganador; en 2020, aun con los “bookies” viendo a Biden un seguro triunfador (le asignaban una chance del 65%, Trump solo 10%) se superaron los u$d 1,300 millones y este año con las cosas mucho más ajustadas… es aún demasiado pronto para decir nada.
Desde que P.W.Rhode y K.S.Strumpf publicaran su estudio sobre los mercados de apuestas presidenciales en 2004, las predicciones de los apostadores han sido reconocidas como uno de los mejores predictores sobre los ganadores de las contiendas presidenciales.
De hecho, las casas de apuestas estuvieron mucho más cerca de los números finales que obtuvo de Javier Milei en noviembre de 2019, que cualquier de las grandes encuestadoras (las apuestas alcanzaron entonces u$d 633,000).
Las dos agregadores de encuestas más reconocidos son hoy (existen decenas de sitios, algunos legales, otros no tanto, algunos grandes, otros ínfimos, algunos se pagan con cripto, otros con tarjeta de crédito, algunos en los EE.UU., otros en el extranjero) son RCP y Election Betting Odds.
Ambos dan, al escribir estas líneas, a Donald Trump como ganador: los de Real Clear Politics con una chance de 43.6% a 42.3% y los de EBO 45.7% a 43.7%, después de un mes de abril en el que el Demócrata superó al republicano por primera vez desde septiembre de 2023 (43.2% a 41.3%). El problema es que si tenemos en cuenta que, a principios de marzo, las apuestas asignaban una chance de 45% a 28% a favor del septuagenario es claro que aún es demasiado pronto para declarar quién ganará.
La historia continuará….
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